. Islas Baleares; por Pablo Piferrer y José Ma. Quadrado. estameditación que habÃ-a embargado mi espÃ-ritu, y mis ojos clava-dos en las cristalizaciones que cuajan todos aquellos vastos tem-plos, que tales semejan las salas, aún creyeron divisar por entrela luz dudosalas columnas ar-tÃ-sticamente bo-celadas, las ar-cadas llenas desutiles colgadi-zos, los sarcófa-gos, las imáge-nes airosas, ylos pináculos ydoseletes denuestras cate-drales. Con unsentimiento detristeza inexpli-cable dirigÃ- unamirada de des-pedida á estamágica caverna;y el riesgo de lasubida por la es-cala de cuerda,recl


. Islas Baleares; por Pablo Piferrer y José Ma. Quadrado. estameditación que habÃ-a embargado mi espÃ-ritu, y mis ojos clava-dos en las cristalizaciones que cuajan todos aquellos vastos tem-plos, que tales semejan las salas, aún creyeron divisar por entrela luz dudosalas columnas ar-tÃ-sticamente bo-celadas, las ar-cadas llenas desutiles colgadi-zos, los sarcófa-gos, las imáge-nes airosas, ylos pináculos ydoseletes denuestras cate-drales. Con unsentimiento detristeza inexpli-cable dirigÃ- unamirada de des-pedida á estamágica caverna;y el riesgo de lasubida por la es-cala de cuerda,reclamando to-da mi atención, acabó de desvanecer mis ilusiones. La mano deuno de los guÃ-as nos ayudó á alcanzar otra vez el plano incli-nado de arriba y la boca del pasadizo, y la lumbre que habÃ-a-mos dejado en la cámara ó gruta que le precede, nos guió á lasestancias de la primera cueva. Poco á poco, llegados al pie dela bajada ó desfiladero, descubrimos la luz natural azulada, aho-ra alegre á nuestros ojos que durante tanto espacio no habÃ-an. MALLORCA.âTorrr de Canyamel I I 10 I S L A S B A L F. A R E S visto sino el fulgor rojizo de las teas ó tinieblas; y en la entra-da superior, al fin después de cinco horas, volvimos á saludar elmar, los campos y las cumbres teñidas por los últimos resplan-dores de la tarde. La luna ya rielaba sobre las aguas cuandohubimos reparado nuestras fuerzas al pie de los pinos de la pla-ya y desarrendado nuestras cabalgaduras; y á sus pálidos rayosnos aparecieron después plateadas las almenas, que coronan lacasa fuerte cuadrada de Canyamel y su homenaje (a). jQué puede ya ofrecer al viajero el interior de la isla que¡guale las impresiones de lo que hemos recorrido? Ningún mo-numento vale nombradÃ-a y belleza á sus poblaciones, y el ca-rácter del paisaje no alcanza á los rasgos enérgicos de las ante-riores comarcas (ó). Inca, es verdad, ostenta


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