España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia . del muelle, y las colinas deMolnedo hasta el breve promontorio sobre el cual alza su joro-ba el desmantelado castillo de San Martín, como inválido inútilcentinela del puerto.» «Oyese el canto melancólico del remero,y el ruido lejano del mar, y el acompasado martilleo del moli-nete ó cablestante, y el susurro de las » El cuadro, con verdad es hermoso, y no te cansarás de él en mucho rato; y aunque «en Venecia, en Ñapóles, ó en Cons- tantinopla podrá haber noches poé pero no más que las de Santander», cuando concurren la
España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia . del muelle, y las colinas deMolnedo hasta el breve promontorio sobre el cual alza su joro-ba el desmantelado castillo de San Martín, como inválido inútilcentinela del puerto.» «Oyese el canto melancólico del remero,y el ruido lejano del mar, y el acompasado martilleo del moli-nete ó cablestante, y el susurro de las » El cuadro, con verdad es hermoso, y no te cansarás de él en mucho rato; y aunque «en Venecia, en Ñapóles, ó en Cons- tantinopla podrá haber noches poé pero no más que las de Santander», cuando concurren las circunstancias de haber luna y de hallarse el cielo despejado, no por ello comprenderás del todo que «en presencia de éste y otros no menos bellos es-51 402 SANTANDER pectáculos que proporciona la Naturaleza á los hijos de la risue-ña y pintoresca costa cantábrica», se sientan ellos poseídos de«la aun considerándolos rodeados de las mayoresmaravillas del arte » (i). (i) Pereda, Ptzsa-caUe, en Tipos y CAPITULO XII De Santander al Astillero. — El Astillero ; — sus memorias. — Maliaño. — Mu-riedas.—La casa de Velarde.—Solares.—El Palacio de Valbuena.— La igle-sia Parroquial de la Asunción. — El balneario.—Hoznayo. — La Gasa sola-riega de los Acebedos.—Balneario de las fuentes del francés.— La gruta delDiablo.—La Cabada:—sus memorias.—Liérganes.—Pámanes.—Palacio deElsedo.—La Parroquia de San Lorenzo. — La Casa de los Cuetos en Sobre-mazas. T A tarde que, con sus legítimas y fundadas pretensiones de^JuJ ciudad moderna, abandonamos á Santander, era una deesas tardes del estío, tan frecuentes en las regiones del Norte denuestra España, en que el cielo, cubierto por amontonadas ysombrías nubes grises, presentaba el aspecto de inmensa yopaca plancha de acero. Menuda, pero persistente, caía la lluviasobre el ancho muelle de Calderón, y mientras las cumbres delos altos montes que
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