Historias . a por el placer de matar, que se recreaba 106 VÉLEZ DE GUEVARA ante el triste espectáculo de la sangre derra-mada, que se enorgullecía de no haber sen-tido jamás un afecto, que ofendía bárbaramen-te a Dios y a la iglesia con su aversión faná-tica, que se regocijaba ante los triunfos Gran número de fanáticos le seguían ciega-mente, que entonces el alma humana adole-cía de múltiples imperfecciones y la maldad eradueña y señora de gran parte del mundo. Este era el Rey que había puesto cerco aRoma con ánimo de abatir la soberanía dela Iglesia, representada por su papa Adriano


Historias . a por el placer de matar, que se recreaba 106 VÉLEZ DE GUEVARA ante el triste espectáculo de la sangre derra-mada, que se enorgullecía de no haber sen-tido jamás un afecto, que ofendía bárbaramen-te a Dios y a la iglesia con su aversión faná-tica, que se regocijaba ante los triunfos Gran número de fanáticos le seguían ciega-mente, que entonces el alma humana adole-cía de múltiples imperfecciones y la maldad eradueña y señora de gran parte del mundo. Este era el Rey que había puesto cerco aRoma con ánimo de abatir la soberanía dela Iglesia, representada por su papa Adriano. Un día presentóse en su tienda un arrogan-te romano solicitando audiencia con él. —¿ Quién eres y cómo te atreves a interrum-pirme? —Soy el cardenal Leoncio, y vengo de Ro-ma en calidad de embajador. —Vuélvete con tu embajada y déjame des-cansar. —Oyeme, longobardo. Soy diestro en elarte de la guerra porque el1 Sumo Pontífice menombró general de sus tropas. A cien comba-. —Oyeme, longobardo. EL CERCO DE ROMA i 07 tes he asistido y he conquistado para la Iglesiamuchas de las ciudades que ahora posee. —¡ Qué enojo ! ¡ Qué fastidio ! ¡ Vete, grannecio, y déjame descansar! —Oyeme, longobardo. Francia y Españavienen en nuestro auxilio. También Borgoña,Sicilia, Génova y desde Corinto a Rodas, sedisponen a ayudarnos, que no hay en el mun-do nación católica que soporte el agravio deque haces objeto a la Iglesia. —¿ Tendré paciencia para soportar tanta osa-día? —Oyeme, longobardo. Levanta el sitio yhuye a tus tierras. Vete muy lejos de estossantos lugares que con tus plantas mejores guerreros con que el mundo cuen-ta vienen contra ti. Estás en —Calla, necio. Para mí no hay guerrerosbuenos ni malos. Todos son igualmente des-preciables. —¿Qué dices desdichado? Italia sola pararendirte bastara. Irguióse en este punto el Rey longobardoy bramó: —¡ Ea ! Se acabo mi paciencia. Valiente ge- 308 V


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