. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPÍTULO IX ODIO AFRICANO. Zoraida de regresar á su camaríndesde la torre del nigromántico, cuandoAli se presentó á ella. El mancebo cogió las manos de la jo-ven, que estrechó entre las suyas, y pre-guntó ansioso: —¿A qué venia el malvado, hermana?—A que le predijese el porvenir»—respondió ella des-preciativamente.—La superstición es lo único que atemo-riza el alma de ese hombre en quien no encuentra eco lapiedad. Se propone estorbar los amores de una mujer yvenia á pedirme consejo para re
. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPÍTULO IX ODIO AFRICANO. Zoraida de regresar á su camaríndesde la torre del nigromántico, cuandoAli se presentó á ella. El mancebo cogió las manos de la jo-ven, que estrechó entre las suyas, y pre-guntó ansioso: —¿A qué venia el malvado, hermana?—A que le predijese el porvenir»—respondió ella des-preciativamente.—La superstición es lo único que atemo-riza el alma de ese hombre en quien no encuentra eco lapiedad. Se propone estorbar los amores de una mujer yvenia á pedirme consejo para realizar su deseo. Se trata,sin duda, de alguna nueva víctima infeliz de sus infamias.—¿Te ha dicho quién es?—Me ha dicho su nombre.—¿Cómo se llama?—Isabel. - — No consigo adivinar quién sea. 19 74 A. 0ONTRBRA8 . —Yo tampoco. —Y tú ¿qué le has aconsejado? —Una vulgaridad cualquiera para contentarle. Des-pués de una escena ridicula en la que le he hecho creerque evocaba los espíritus, hele aconsejado que procure ysolicite la alianza de otra mujer que odie á aquella cuyos
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