Carlo Lanza . y llamar médicos, lo quevino á alterar de una manera notable el presupuesto de Arturo,que vio con terror que su dinero concluía, felizmente junto conmi enfermedad, pero teniendo en el hotel una cuenta que era pre-ciso pagar. Aflijido Arturo, había escrito á su padre pidiéndole dinero,pero la respuesta no venía quién sabe por qué inconvenientes. Esperar más era agravar la situación, porqué la cuenta delhotel crecía y no había con que pagarla. Una mañana me contó Arturo lo terrible de la situación por-qué atravesábamos. —Es preciso que nos vayamos á casa y tratemos el arreglocon tu


Carlo Lanza . y llamar médicos, lo quevino á alterar de una manera notable el presupuesto de Arturo,que vio con terror que su dinero concluía, felizmente junto conmi enfermedad, pero teniendo en el hotel una cuenta que era pre-ciso pagar. Aflijido Arturo, había escrito á su padre pidiéndole dinero,pero la respuesta no venía quién sabe por qué inconvenientes. Esperar más era agravar la situación, porqué la cuenta delhotel crecía y no había con que pagarla. Una mañana me contó Arturo lo terrible de la situación por-qué atravesábamos. —Es preciso que nos vayamos á casa y tratemos el arreglocon tu padre, me dijo; ya hemos provocado la situación que que-ríamos,, y él ya no tendrá más remedio que conformarse. Pero necesitamos recursos, tu situación es delicada y yo nolos tengo. Yo me hallaba embarazada, y los médicos me habían reco-mendado el mayor cuidado en los viajes. Esta declaración de Arturo me dejó helada. —¡Figúrate, me dijo, que ni aún para los pasajes tengo!. CARLO LANZA. Caprile, que había perdido toda la calma y que no re-flexionaba ya, avanzó sobre él tratando solo de sacudirlelos mayores golpes posibles. ? 225 ¡Yo no sé como voy á hacer! mi padre no ha respondido ámis cartas, y esto no puede ser sino un extravío del correo, óalguna cosa que ahora no me acierto á explicar. La suma que yo le pedía era muy poca cosa, y mi padre noes hombre de dejarme en una situación afligente ni por poco nipor mucho. El no está enojado conmigo; entonces no hay más remedioque la carta se ha perdido, ó al sentirla con dinero,, alguno se hatentado á declararse su dueño. —Pero así no podemos seguir, dije yo aterrada, porqué sinos descubren que estamos haciendo un gasto que no podemospagar, sabe Dios lo que nos sucede. —Bueno, no te aflijas; yo voy á ver si vendo mi reloj y atguna otra cosa; teniendo para pagar la cuenta de este malditohotel, y para los pasages, no hay por qué aflijirse. Al oir hablar de vender alhajas m


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