. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. za vivieron desde entonces, procu-rando seguir en tt)do los consejos del viejo judío. Ocultaron su odio y siguieron mostrándose á Pachecocariñosos y agradecidos. Un día que U. Juan lamentábase de haber perdido losconsejos del nigromántico, Zoraida se prestó á sustituirle,asegurando que en el tiempo que vivió junto á él la habíainiciado en los secretos de su ciencia maravillosa. Desde entonces Zoraida fué la consultora del marquésy aconsejábale siempre aquello que más podía perju-dicarle. Después, c


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. za vivieron desde entonces, procu-rando seguir en tt)do los consejos del viejo judío. Ocultaron su odio y siguieron mostrándose á Pachecocariñosos y agradecidos. Un día que U. Juan lamentábase de haber perdido losconsejos del nigromántico, Zoraida se prestó á sustituirle,asegurando que en el tiempo que vivió junto á él la habíainiciado en los secretos de su ciencia maravillosa. Desde entonces Zoraida fué la consultora del marquésy aconsejábale siempre aquello que más podía perju-dicarle. Después, con la ayuda deTarsio, conocieron todos los 12 90 A. 00NTRBRA8 secretos de su enemigo y pudieron preparar mejor superdición. He aquí lo que refirió Ali. Cuando éste hubo terminado su relato, Tarsio estrechólas manos de los dos jóvenes, como estos habían estrecha-do antes la suya, y los tres exclamaron á la vez: —¡Venganza! Luego separáronse por miedo de que D. Juan les sor-prendiese. La alianza de aquellos tres seres habíase afirmado consus mutuas CAPITULO XI La confesión de Violante


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