España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia . arazonade 1592 se declarase contra fuero el victorearla, si ella no habíade responder á los vivas. Sólo faltaba que Felipe V, en su doblecalidad de extranjero y de conquistador, la sepultara, recogiendodentro de su ataúd cuantos recuerdos de ella podían tres reseñas topográfica, histórica y político-social queacabamos de trazar del Aragón, son á nuestros ojos la mejorclave de sus monumentos, y el prisma que colora sus bellezas:hemos lanzado una ojeada sobre el mapa, sobre los anales ysobre los códigos; démosla ya sobre el pa


España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia . arazonade 1592 se declarase contra fuero el victorearla, si ella no habíade responder á los vivas. Sólo faltaba que Felipe V, en su doblecalidad de extranjero y de conquistador, la sepultara, recogiendodentro de su ataúd cuantos recuerdos de ella podían tres reseñas topográfica, histórica y político-social queacabamos de trazar del Aragón, son á nuestros ojos la mejorclave de sus monumentos, y el prisma que colora sus bellezas:hemos lanzado una ojeada sobre el mapa, sobre los anales ysobre los códigos; démosla ya sobre el país mismo. Dejemos derespirar el polvo de los archivos, y salgamos al aire libre: aban-donemos el estudio del anticuario, y tomemos el bastón de via-jero; cerremos los libros, y veamos desplegarse ante nosotrosese animado panorama, en que junto con el espectáculo de losubsistente desfilan también las sombras de lo pasado con unaviveza y brillo que no tenían en el silencio de nuestro apo-sento. CAPITULO PRIMERO Fraga.—De Fraga á Sijena. iRANDO á Fraga desde los yermosmontecillos que por la parte de Lé-rida la dominan, se la ve descenderen anfiteatro por la áspera pendien-te hasta las orillas del Cinca, cualsi se hubiese deslizado de la altura,buscando en el río un poco de fies-cor }• \ida. Vense las viejas casas destacar sobre lasaguas, cuyo mate plateado realza el verdor de ladeliciosa huerta que á lo largo de la otra orilla seextiende, al pié de los cerros rojizos del lado deAragón no menos áridos que los del lado de Cataluña. Algu-nas granjas, algunas blancas casitas esmaltan la huerta aso-mando por entre los árboles; coronan las cuestas de enfrentela ermita de San Simón, y el antiguo convento de San Sal-vador abandonado por los Trinitarios desde la invasión ñ*an-cesa, )? más lejos asoma algún pueblecillo junto al río la atención sobre la ciudad, no encuentra más pábulo 90 ARAGÓN que el gigantesco campanario de l


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