. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO XXX El desengaño. AS frases pronunciadas por el seductor deTeresa, produjeron un efecto Tomás reconoció en él al caballeroque rondaba la calle de la joven y con elque estuvo a punto de pelear una noche. Adelantándose a él, exclamó amenazadoramente:— ¡Mentís, y con vuestra vida pagaréis ei ultraje queacabáis de inferir a la que es ya mi esposa! Leandro trató también de abalanzarse sobre el que detal modo publicaba la deshonra de la que amaba como auna hija; pero los que l


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO XXX El desengaño. AS frases pronunciadas por el seductor deTeresa, produjeron un efecto Tomás reconoció en él al caballeroque rondaba la calle de la joven y con elque estuvo a punto de pelear una noche. Adelantándose a él, exclamó amenazadoramente:— ¡Mentís, y con vuestra vida pagaréis ei ultraje queacabáis de inferir a la que es ya mi esposa! Leandro trató también de abalanzarse sobre el que detal modo publicaba la deshonra de la que amaba como auna hija; pero los que le rodeaban le contuvieron. —¡Miserable!—decía con desesperación el anciano—.¡Vil! ¡Mal caballero!... ¡Y no tener yo ya fuerzas para ani-quilarlo entre mis manos! Doña Leonor sonreía con aire de triunfo. ISABEL LA CATÓLICA 625 Teresa se abrazó á su esposo, pálida y temblorosa, yentre sollozos le dijo: —¡No expongáis vuestra vida por mi! ¡No lo merezco! Paredes la rechazó, para abalanzarse sobre su rival, yla infeliz desposada cayó al suelo sin sentido. Algunos la rodearon auxiliá


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