. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. n lo posible tantos males, —Con respecto a mi esposa nada me es posible ha-cer—pensaba—, puesto que no puedo devolverle la vidaque le quité, sacrificándola a mi venganza. {Que ella yDios me perdonen, como yo a ella le perdono la ofensaque me infirió! Pero las desgracias de su hija, consecuen-cias de mis errores, sí puedo repararlas y las repararé.Para ello basta que a Teresa encuentre y la reconozca porhija mía, aunque no lo sea. El honor que esto la propor-cionará tan grande, que Paredes se reconc


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. n lo posible tantos males, —Con respecto a mi esposa nada me es posible ha-cer—pensaba—, puesto que no puedo devolverle la vidaque le quité, sacrificándola a mi venganza. {Que ella yDios me perdonen, como yo a ella le perdono la ofensaque me infirió! Pero las desgracias de su hija, consecuen-cias de mis errores, sí puedo repararlas y las repararé.Para ello basta que a Teresa encuentre y la reconozca porhija mía, aunque no lo sea. El honor que esto la propor-cionará tan grande, que Paredes se reconciliará con ellasin escrúpulo y todos la respetarán olvidando su pasado,aunque así no fuera, mi fortuna le asegurará para mientrasviva una existencia tranquila. De aquí que tuviese más empeño que nunca en en-contrar a Teresa; pero ni el paradero de ésta y Leandroni el de don Tomás era averiguado por los que tenían elencargo de ello, y el buen señor desesperábase, dicién-dose: —¡Moriré sin ver raalizado mi deseol Tomo I 90 CAPITULO XLV £1 encargo de un moribundo. O pudo el anciano conde de Arjona, resistirdurante mucho tiempo la lucha que sosteníaconsigo mismo, y cayó gravemente el primer instante comprendieronlos que le rodeaban que su dolencia era de muerte. No podía decirse, sin embargo, que su enfermedadfuese tal y los hombres de ciencia de aquellos tiempos,famosos en el arte de curar, no supieron cómo mejor un aniquilamiento absoluto de caballero de Andrade moríase de viejo, según ase-guraban todos. No porque una causa determinada pusiese. fin a suvida, sino porque esta iba extinguiéndose en él poco apoco como una luz que se apaga. En realidad moría de tristeza, de naturaleza ruda, que resistió incólume las fa- ISABEL LA CATÓLICA 715 tigas de la guerra, no pudo resistir del mismo modo losembates de las luchas del espíritu. Si hubiese seguido gozando de la tranquilid


Size: 1584px × 1577px
Photo credit: © Reading Room 2020 / Alamy / Afripics
License: Licensed
Model Released: No

Keywords: ., bookcentury1900, bookdecade1900, bookidisabellacatl, bookyear1900