América pintoresca; descripcion de viajes al nuevo continente por los mas modernos exploradores . ero no habíamos andado todavía treinta pasos, cuando nos vimos acometidos por una nubede avispas. 56o AMÉRICA PINTORESCA —¡Abajo!... ¡Abajo!...—grita nuestro huésped. La advertencia llegaba tarde, pues en un abrir y cerrar de ojos estábamos materialmenteacribillados de aguijonazos. Nada tan fiero como el dolor que producen esas picaduras: está-bamos atontados, anonadados por el repentino ataque de un enemigo casi invisible. Los peo-nes se agitaban como energúmenos, ó se echaban al suelo, cubriéndo


América pintoresca; descripcion de viajes al nuevo continente por los mas modernos exploradores . ero no habíamos andado todavía treinta pasos, cuando nos vimos acometidos por una nubede avispas. 56o AMÉRICA PINTORESCA —¡Abajo!... ¡Abajo!...—grita nuestro huésped. La advertencia llegaba tarde, pues en un abrir y cerrar de ojos estábamos materialmenteacribillados de aguijonazos. Nada tan fiero como el dolor que producen esas picaduras: está-bamos atontados, anonadados por el repentino ataque de un enemigo casi invisible. Los peo-nes se agitaban como energúmenos, ó se echaban al suelo, cubriéndose la cabeza con susponchos; pero ni con esto salieron mejor librados que nosotros del rabioso aguijón de aquellosbichitos, mucho más punzante que el de las avispas de Europa. No conozco esa especie, queataca con tal furor á todo bicho viviente que pase á poca distancia del avispero; sólo sé quees muy pequeña y que sus alas son verdes, y confieso que salí asaz maltratado para que medieran ganas de dedicar á ella un momento de atención, á ñn de legarla á la Hacienda de la Vanguardia Frenéticos de rabia, con el rostro abotagado y los ojos entumecidos, aún persistimos enperseguir á los loros, que con sus gritos roncos y penetrantes parecían burlarse de nuestradesventura. Pero nos hallábamos en tal situación de ánimo y cuerpo que errábamos todos lostiros, y por otra parte, las malezas eran tan inextricables que á duras penas podia el macheteabrirnos paso, de modo que al darse la señal de regreso no habíamos cobrado más que unhermoso ejemplar de loro verde, con la cabeza azul (Psittaciis cyanoiis). En los linderos del bosque volvimos á encontar nuestras cabalgaduras, que á la sazón seestaban regalando en aquellos pastos, bien ajenas sin duda de tener que cargar de nuevo conla silla y abandonar aquella deliciosa Capua. Al llegar á la Vanguardia, la sopa humeaba so-bre la mesa, la cual habia sido dispuesta bajo un rústico colgadi


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