. Fabulas. ría, Y este andrajo es, que veis, la ropa mía.—Hácesme petición un poco gruesa(Repuso el padre); mas urgiendo el caso,Porque no te me quedes hoy al raso,Yo sin principio dejaré mi mesa. 468 OBRAS DE HARTZENBUSCH —¡Qué bola mi Don Cándido se traga!(Gruñó allá el pescadero en su capote).Saca su duro el blando sacerdote, Y diciendo al llorón,—Toma, hombre, y paga,Fuese la calle arriba, Con dulces pensamientos ocupado,Que á un acto de virtud son viendo al capellán de allí apartado,Va y dice al del salmón el embustero,Que era de añadidura gulusmero:—Ten esos veinte, y dame bi


. Fabulas. ría, Y este andrajo es, que veis, la ropa mía.—Hácesme petición un poco gruesa(Repuso el padre); mas urgiendo el caso,Porque no te me quedes hoy al raso,Yo sin principio dejaré mi mesa. 468 OBRAS DE HARTZENBUSCH —¡Qué bola mi Don Cándido se traga!(Gruñó allá el pescadero en su capote).Saca su duro el blando sacerdote, Y diciendo al llorón,—Toma, hombre, y paga,Fuese la calle arriba, Con dulces pensamientos ocupado,Que á un acto de virtud son viendo al capellán de allí apartado,Va y dice al del salmón el embustero,Que era de añadidura gulusmero:—Ten esos veinte, y dame bien pesadaLa ración de que el clérigo se harto no hace nadaEn abstenerse un día de un regalo; Y yo, lo que es salmón, no lo he comidoSino tal y cual vez, y poco y malo. —Yo (dijo el pescadero resentido). Lo vendo, y ni una vez le eché los dientes. ¡Que bien te sepa y que con él revientes! Dar al plañir de trapalón de oficio,Es dar fomento al impudente vicio».


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