Doña Sancha de Navarra, novela histórica . ohlnos matarla á los dos. Wamdihavé lanzó una mirada de valentía salvage. —¡Oh! mi marido es un lobo; la sangre no le detiene,dijo Teresa contestando á la mirada de Wamdihavé. —Y sin embargo, le amas. —Nunca le he amado. —¿Y te niegas á seguirme? ¿acaso te espanta mi pobreza? —Pobre, miserable, te preferiría al rey más poderosode la Y sin embargo, no te seguiré, Wamdihavé;no he vivido con él ocho años para separarme así de su la-do, para abandonarle. Y al pronunciar sus últimas palabras, la voz de Teresaera sombría. —¿Me prescribes, en fin,
Doña Sancha de Navarra, novela histórica . ohlnos matarla á los dos. Wamdihavé lanzó una mirada de valentía salvage. —¡Oh! mi marido es un lobo; la sangre no le detiene,dijo Teresa contestando á la mirada de Wamdihavé. —Y sin embargo, le amas. —Nunca le he amado. —¿Y te niegas á seguirme? ¿acaso te espanta mi pobreza? —Pobre, miserable, te preferiría al rey más poderosode la Y sin embargo, no te seguiré, Wamdihavé;no he vivido con él ocho años para separarme así de su la-do, para abandonarle. Y al pronunciar sus últimas palabras, la voz de Teresaera sombría. —¿Me prescribes, en fin, que te deje? P-: —No, solo te pido que seas para que no ne-cesites de mí, he traído conmigo algún oro. —¡Oro! exclamó con orgullo Wamdihavé. —Tú lo has perdido todo, y aceptarás la ayuda de tahermana, dijo Teresa. Y mostró una bolsa de seda al egipcio, que no se atre-vió á rehusarla: de tal manera y con tal expresión de amory de ansiedad le habia sido presentado aquel oro. Sp,-. k» TeníianiOí^ ronlliinza en Dios, Wanidihavó. # DÉ NAVARRA. 550 ^Ahora, come y vete: ese cristiano, tu amigo que di-ces te acompaña, puede procurarse, sin necesidad de que túte espongas presentándote con ese oro, lo que hubierasmenester: ocúltate durante el dia, y ven todas las nochesal mediar á este mismo sitio. Si yo puedo verte, te veré-Entretanto, adiós. —¿Y sin una esperanza? dijo desalentado Wamdihavé. —Espera, dijo Teresa; Dios tendrá compasión de nuestrosufrimiento: no provoquemos su cólera con impurezas^adiós. y se alejó. Wamdihavé la estuvo mirando desesperado hasta que seperdió entre los árboles. Al volverse encontró tras sí al conde don Vela. —¿Conque ese es el ángel que cuida de nosotros?dijo; ¿y me habías ocultado que la veías todos —¡Oh! [no sabes cuánto la respeto, cuánto la amo! —Yo la amaría también si no estuviera enamorado detu hermana Ayelah, díjoel conde: esa muje
Size: 1371px × 1823px
Photo credit: © The Reading Room / Alamy / Afripics
License: Licensed
Model Released: No
Keywords: ., bookauthorfernndez, bookcentury1800, bookdecade1860, bookyear1865