. Cuentos hispanoamericanos. e guardiacon el soldado que había de relevar al centinela, notaron queéste no se encontraba en su puesto. La garita estaba desierta, 20 así como el pasadizo aislado y estrecho que hacia ella conducía. Llamaron, dieron gritos, esperaron durante algún tiempo y por último subieron en busca de algunas linternas y más hombres, que registraron después inútilmente todos los parajes de por allí. El centinela había desaparecido. 25 Gran sensación produjo esta noticia en toda la ciudad, yhasta entre la misma tropa se llegó a mirar con recelo la garitamencionada. Transcurrido


. Cuentos hispanoamericanos. e guardiacon el soldado que había de relevar al centinela, notaron queéste no se encontraba en su puesto. La garita estaba desierta, 20 así como el pasadizo aislado y estrecho que hacia ella conducía. Llamaron, dieron gritos, esperaron durante algún tiempo y por último subieron en busca de algunas linternas y más hombres, que registraron después inútilmente todos los parajes de por allí. El centinela había desaparecido. 25 Gran sensación produjo esta noticia en toda la ciudad, yhasta entre la misma tropa se llegó a mirar con recelo la garitamencionada. Transcurrido algún tiempo, y cuando ya se iba olvidandoaquella lastimosa y súbita desaparición, otra nueva y en idén- 30 ticas circunstancias vino a ocasionar nuevos temores y a servirde asunto a infinidad de comentarios. Esta vez se había en-contrado el fusil, nada más que .el fusil, dentro de la centinela había desaparecido como el anterior. Ni el más leve indicio de lucha ni de violencia se advertía en. La Garita del Diablo 35 aquellas inmediaciones. Las fieras del mar no llegaban a lagarita, ni se podían comer a los soldados enteros, con gorra,cartuchera y todo : pensar en esto era absurdo. Según la versión popular más admitida, el mismo diablo enpersona debió de haber tomado parte en tan extraño escamoteo. 5Y vino luego a confirmar esta creencia la misteriosa desapariciónde dos o tres centinelas más. Desde entonces la guardia de San Cristóbal dejó de ponercentinelas en aquel sitio: se cerró a cal y canto la puerta de lasubterránea galería que por allí desembocaba, y la garita del 10diablo quedó sola y vacía como el cadáver de un reprobo aban-donado a los combates del mar y a las maldiciones de la tierra. III Una de las muchas veces que oí en una tertulia de campesinosla narración tradicional de la garita del diablo, se hallaba cercade mí un viejecito de humilde porte, de semblante alegre y de 15mirada viva y sagaz, que por momentos a


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