. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPÍTULO XXVII La embajada. RASLADÓSE el rey con D. Isabel á Oca-ña, para celebrar cortes, y la ocasiónpareció al de Villena la más indicadapara pretender osadamente la realiza-ción de sus propósitos. Al efecto entendióse secretamente€on el monarca portugués, y éste mandó inmediatamenteuna brillante embajada para pedir con toda la solemnidaddebida la mano de la princesa. Confiaba Pacheco mucho, para el éxito de sus propó-sitos, en la sorpresa que en Isabel produciría la petición;pero contra lo que


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPÍTULO XXVII La embajada. RASLADÓSE el rey con D. Isabel á Oca-ña, para celebrar cortes, y la ocasiónpareció al de Villena la más indicadapara pretender osadamente la realiza-ción de sus propósitos. Al efecto entendióse secretamente€on el monarca portugués, y éste mandó inmediatamenteuna brillante embajada para pedir con toda la solemnidaddebida la mano de la princesa. Confiaba Pacheco mucho, para el éxito de sus propó-sitos, en la sorpresa que en Isabel produciría la petición;pero contra lo que él creía, la princesa estaba al tanto detodos sus manejos. Con anticipación debida, recibió uno de los misterio-sos anónimos, que tan buenos servicios le habían presta- do, en el que se le anunciaba lo que se pretendía; de modoque pudo apercibirse para lo que habla de responder y laactitud que habla de adoptar. 200 A. CONTKERAS Deciasele además en el anónimo: «Nada temáis. Si como es muy posible vuestra negati-va indigna tanto al rey y á Villena, que osaran intentaralgo contra vos para red


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