La Mujer . pri-mera necesidad del hom-bre. Es el punto manantial tínicoque aplaca la sed de laambición. Estrella fascinadora,que á veces guía y queá veces mata! Sabios^ ignorantes,pródigos, avaros, re-suelven que sin oro nohay felicidad posible,p rque ellos nacen, viven,crecen y se desarrollancon la vanidad á cuestas. V^dnitas, vanitates etoinnía vanitas!Vanidad sin lujo, es como esas llamaradas fosfo-recenies que se escapan de los cuerpos en combustión. Si no existiera la vanidad, si no la lleváramossiempre en nuestro ser, ¿habría odio, egoísmo, envi-dia? Si el lujo es hijo de lo


La Mujer . pri-mera necesidad del hom-bre. Es el punto manantial tínicoque aplaca la sed de laambición. Estrella fascinadora,que á veces guía y queá veces mata! Sabios^ ignorantes,pródigos, avaros, re-suelven que sin oro nohay felicidad posible,p rque ellos nacen, viven,crecen y se desarrollancon la vanidad á cuestas. V^dnitas, vanitates etoinnía vanitas!Vanidad sin lujo, es como esas llamaradas fosfo-recenies que se escapan de los cuerpos en combustión. Si no existiera la vanidad, si no la lleváramossiempre en nuestro ser, ¿habría odio, egoísmo, envi-dia? Si el lujo es hijo de lo innecesario no deberíaexistir, porque nada debe ser innecesario al hombre.«Ne quid nimio»,—como dice Apolo Delño. Pero también es cierto que sin lo necesario nocomprenderíamos el valor de lo innecesario, como nosabríamos apreciar el inmenso bien que nos producela luz si no existieran las sombras; la virtud sin elvicio; el bien sin el mal; la vida sin la muerte. R. B. CASA DE EXPOSITOS.


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