. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. egre y satisfecho como nun-ca lo estuvo. —Quiero que tu entrada pública en Segovia sea tansolemne como debe ser, —dijo á su hermana;—y para ellopermanece aqui oculta todo mañana; así descansarás detu viaje y yo dispondré lo necesario para tu mañana, antes de que amanezca, saldrás oculta-mente de la ciudad é irás á reunirte con los nobles caba-lleros que te han acompañado y te esperan en las cerca-nías. Después, á la hora de antemano convenida, harástu entrada en la ciudad y yo s


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. egre y satisfecho como nun-ca lo estuvo. —Quiero que tu entrada pública en Segovia sea tansolemne como debe ser, —dijo á su hermana;—y para ellopermanece aqui oculta todo mañana; así descansarás detu viaje y yo dispondré lo necesario para tu mañana, antes de que amanezca, saldrás oculta-mente de la ciudad é irás á reunirte con los nobles caba-lleros que te han acompañado y te esperan en las cerca-nías. Después, á la hora de antemano convenida, harástu entrada en la ciudad y yo saldré á recibirte, pues quie-ro dar público testimonio de la estima en que te tengo. Todo quedó concertado como dispuso el rey y los doshermanos separáronse y retiráronse á dormir, despidién-dose con un nuevo abrazo. Al día siguiente fué cuando comenzó á propalarse porla ciudad la noticia de la próxima llegada de la princesa;pero todos ignoraban que estuviese ya en Segovia y queya se hubiera reconciliado con D. Enrique. CAPÍTULO IX En las calles de Segovia. A entrada de D/ Isabel en Segovia fuéverdaderamente triunfal y solemne. Muy de mañana salió la princesaocultamente de la ciudad y fué á re-unirse con los caballeros y damas quela esperaban en las cercaní los primeros figuraban los dos hermanos Pare-des, consagrados en absoluto á su servicio. A la hora con el rey convenida» púsose en marcha elnumeroso y lucido séquito. Isabel montaba un caballo blanco, lujosamente enjae-zado, y cabalgaban junto á ella el arzobispo de Toledo yel almirante D Fadrique. Llegaron á las puertas de la ciudad al mismo tiempoque el rey, el cual, seguido de su corte, adelantóse al en-cuentro de su hermana y la abrazó cariñosamente en pre-sencia de todos. Los nobles de uno y otro bando que les rodeaban pro- 481 A. CONTRERAS rrumpieron en aclamaciones, las cuales repitió con entu-siasmo la muchedumbre inmensa que ocupaba todosaquellos alrede


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