La Mujer . Ha sido una de tantas pruebas que, comolas etcéteras del otro, cuestan tanto di-nero. Y qué importa Mientras ha3a como gastar. Y la verdad es que tampoco tiene laculpa del todo el Intendente de todo eso;la culpa es de los que lo asesoran, delpersonal té y de las influencias delos Pero, volviendo al diluvio, y hablandoun poquito en serio, debemos cieclarar enhonor de lo cierto que las autoridades hancumplido su deber de una manera estricta. ¡Como que se han perniquebrado y aho-gado algunos (subalternos) porsalvar niños y mujeres del naufragio!... Lo r


La Mujer . Ha sido una de tantas pruebas que, comolas etcéteras del otro, cuestan tanto di-nero. Y qué importa Mientras ha3a como gastar. Y la verdad es que tampoco tiene laculpa del todo el Intendente de todo eso;la culpa es de los que lo asesoran, delpersonal té y de las influencias delos Pero, volviendo al diluvio, y hablandoun poquito en serio, debemos cieclarar enhonor de lo cierto que las autoridades hancumplido su deber de una manera estricta. ¡Como que se han perniquebrado y aho-gado algunos (subalternos) porsalvar niños y mujeres del naufragio!... Lo repetimos; las autoridades han cum-plido con su deber. Hasta los jueces depaz, que los ha habido quienes han orde-nado lanzamientos por medio de la tuerzapública en e>íos días de diluvio universal! ¡Qué brutos!... Digo, que admirable ma-nera de cumplir con su deber! Esto merece un capítulo aparte y se loprometemos al lector en ocasión propicia. s. A. p. o. —Lo que usteJ necesita, señor,- -dijo elpeluquero pasando los dedos por el escasocabello á un parroquiano,--lo que ustednecesita es que yo le aplique mi resta


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