La Mujer . e veían precisados á repartirtambién algunos capirotazos á los fielesque se atropellaban para recojer los me-jores. Por supuesto que los mejores yaestaban reservados para las familias pu-dientes que ayudaban al sostenimiento dela iglesia. Hecho el reparto venía un nuevo cantoy una nueva oración hasta que echandohumo el incensorio y dirig éndose el diá-cono á los fieles decía: —Procedamos enpaz; y allá iba la procesión que repetía: En el nombre de Cristo, Amen. Vea, me parece que también estoy vien-do la procesión. Delante iban los turifera-rios, luego el sub-diácono con la cruz enme


La Mujer . e veían precisados á repartirtambién algunos capirotazos á los fielesque se atropellaban para recojer los me-jores. Por supuesto que los mejores yaestaban reservados para las familias pu-dientes que ayudaban al sostenimiento dela iglesia. Hecho el reparto venía un nuevo cantoy una nueva oración hasta que echandohumo el incensorio y dirig éndose el diá-cono á los fieles decía: —Procedamos enpaz; y allá iba la procesión que repetía: En el nombre de Cristo, Amen. Vea, me parece que también estoy vien-do la procesión. Delante iban los turifera-rios, luego el sub-diácono con la cruz enmedio de dos acólitos con ciriales encen-didos. Seguían los curas y los fieles lle-vando todos los ramos en las tóanos tcantando distintos antífonas. Salían á la calle y daban así vueltas ála manzana; pero al volver se llevabanchasco, porque la puerta de la iglesia sehallaba cerrada. Cantaban adentro y cantaban aiuerahasta que el sub-diácono golpeaba y la ALBUM -REVISTA «LA MUJER». puerta se abría. Entraban los de afuera y volvían á cantarhasta que se decía la misa y volvían á cantar la Pasión y elEvangelio. Despué cada mochuelo á su olivo, ó mejor dicho consu olivo, el que no podía dar con una palma. Y qué orgullosas iban las señoras, aún las más encopeta-dos, llevando aquellas sagradas reliquias, porque para ellascomo si lo fueran. Como que estaban benditas ! Allá iban á colocarla inmediatamente y con toda venera-ción á la cabecera de las camas y de las rejas como preser-vativos de malas tentaciones y sobre todo contra las exhala-ciones eléctricas de la atmósfera Venga usted á hacerle creer á las gentes del día que unapalma bendita llene la virtud dé los pararayos. Y sin embargo, cuentan que allá en los tiempos en que lasventanas tenían rejas salientes ó emboladas, como entóncesse llamaban, aconteció que, en una noche algo tempestuosa,se hallaba requebrándose una ]iareja amartelada, élla en lareja y él en la acer


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