La Mujer . Banquete campestre. Después del banquete,unas carreras acuáticas el señor don Eugenio Alvarez adjudicó una medalla de oro parael primer ganador, que lo fué el se-ñor U. Aroíia; el señor R. ó una segunda que la ganó-el mismo U. Arona, y el presidentedel Club, señor Ruiz, adjudicó unatercera que la obtuvo el señor Lla-nos. Tenemos entendido que el TayidemClub prepara para el próximo mesde Mayo otras fiesstas de la mismanaturaleza á las que se llevarán ácabo carreras en bicicleta de mayorinterés que las indicadas y álasque serán invitadas no solo las la-millas de los soc


La Mujer . Banquete campestre. Después del banquete,unas carreras acuáticas el señor don Eugenio Alvarez adjudicó una medalla de oro parael primer ganador, que lo fué el se-ñor U. Aroíia; el señor R. ó una segunda que la ganó-el mismo U. Arona, y el presidentedel Club, señor Ruiz, adjudicó unatercera que la obtuvo el señor Lla-nos. Tenemos entendido que el TayidemClub prepara para el próximo mesde Mayo otras fiesstas de la mismanaturaleza á las que se llevarán ácabo carreras en bicicleta de mayorinterés que las indicadas y álasque serán invitadas no solo las la-millas de los socios si no las relacio-nes de estas. Adelante y que progrese el Tán-dem Cliíb son nuestros deseos. ALBUM-REVISTA «LA MUJER» CERTAMEN DE INVENTORES Jatuqiie adeo donati (Kiioida, Liv. V.) El Tribunal, que debía adjudicar el premio al in-vento más útil, y todos los oyentes, escuchábamos con¡asombro la explicación de un descubrimiento «Voy á concluir, señores —decía Sapiens, el inven-tor.—Los cerebros de los contemporáneos más ilus-tres se conservan rotulados en mis frascos y si he pro-fanado sepulturas, he descubierto y poseo en toda suenerfíía, ó atenuado en cultivos de diferentes gradua-ciones, el microbio de esa enfermedad que llamanheuio. Gracias á mis inyecciones, brillan en el mun-do algunos imbéciles de nacimiento, sometidos porsus padres á mi régimen. Porque, señores, pocos hom-l^res han creído nesesaria para sí la inoculación demi bacilo: he ofrecido bacterias del cerebro de Bís-mark á nnestros políticos, de Víctor Hugo y Zorrilla álos aprendices de poeta, y de Moltke á nuestros ge-nerales más obscuros, y los han rehusado con desdéólo algunos músicos de murga han adquirido micro-bios atenuadisimos de Wagner, y me han aturdido átiompetazos; la sublimidad en música tiene manifes-taciones formidables. Unicamente he transmitido elbacilo del genio militar á un sacerdote, y


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