. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO XLII Esfuerzos tardíos. llENTRAS a la pobre Teresa ocurríanla todaslas desdichas que quedan relatadas, ^u es-poso, el no menos infeliz don Tomás deParedes, buscábala inútilmente por todaspartes. No podía vivir sin ella. Pasados los primeros instantes de natural exaltación ycuando por su fuga comprendió que la había perdido parasiempre, reprochóse el haberla tratado con excesiva se-veridad. —Puesto que ia reconocía inocente y la amaba—decía-se—, ¿por qué no haberle abierto mis brazos, para


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO XLII Esfuerzos tardíos. llENTRAS a la pobre Teresa ocurríanla todaslas desdichas que quedan relatadas, ^u es-poso, el no menos infeliz don Tomás deParedes, buscábala inútilmente por todaspartes. No podía vivir sin ella. Pasados los primeros instantes de natural exaltación ycuando por su fuga comprendió que la había perdido parasiempre, reprochóse el haberla tratado con excesiva se-veridad. —Puesto que ia reconocía inocente y la amaba—decía-se—, ¿por qué no haberle abierto mis brazos, para quellorara en ellos sus desventuras? El miedo a la opinióndel mundo ha torcido ios impulsos oe mi corazón, y elmundo, por respeto al cual he sacrificado mis sentimien-tos, no me devolverá la felicidad perdida; ni siquiera se ISABEL LA CATÓLICA 699 compadecerá de mis dolores, y tendré que ocultarlos paraque no se burle de ellos. ¡Necio de mí que he atendido laopinión de los demás, antes qué mi propia conveniencia!Lo que me sucede y los sufrimientos que me aguardanson el justo castigo de mi cruel


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