La Mujer . Y á fe,—añadió—que caro les costó suempresa y su espíritu emprendedor. Ni uno de éllos escapó á la vengativasaña de los hijos salvajes de esta tierra. — Conocéis el hecho? —La tradición; pero 3^a llegamos al puntode nuestro viaje y más os ha de intere-sar por ahora la contemplación de eseadmirable panorama que lo que cuentan. los naturales del país respecto 5 lo quepasó ahora trescientos años en esta sierraDos O y gaos. III Nos hallábamcs junto á la preciosa cas-cada, cuyas aguas corrían en vertiginosas ALBUM-REVISTA «LA MUJER» corrientes, mientras mi amable cicerónseguía: —Esta cas


La Mujer . Y á fe,—añadió—que caro les costó suempresa y su espíritu emprendedor. Ni uno de éllos escapó á la vengativasaña de los hijos salvajes de esta tierra. — Conocéis el hecho? —La tradición; pero 3^a llegamos al puntode nuestro viaje y más os ha de intere-sar por ahora la contemplación de eseadmirable panorama que lo que cuentan. los naturales del país respecto 5 lo quepasó ahora trescientos años en esta sierraDos O y gaos. III Nos hallábamcs junto á la preciosa cas-cada, cuyas aguas corrían en vertiginosas ALBUM-REVISTA «LA MUJER» corrientes, mientras mi amable cicerónseguía: —Esta cascada, más bella que la de Mar-ni, tan admirablemente descrita por La-


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