América pintoresca; descripcion de viajes al nuevo continente por los mas modernos exploradores . la curiosidad de los transeúntes. Todos losvagos de la ciudad se paraban frente á la puerta, y poquito á poco fueron entrando en la VIAJE Á LA AMÉRICA EQUINOCCIAL 689 casa, donde permanecían de pié dias enteros contemplando en silencio á unos seres tanraros como nosotros, que habíamos ido allí desde tan lejos, sin otro objeto que secar, dibu-jar y empaquetar yerbas, insectos y guijarros de su país. Esta curiosidad molesta alguna ver,iba acompañada en otras ocasiones de agasajos y atenciones, no po
América pintoresca; descripcion de viajes al nuevo continente por los mas modernos exploradores . la curiosidad de los transeúntes. Todos losvagos de la ciudad se paraban frente á la puerta, y poquito á poco fueron entrando en la VIAJE Á LA AMÉRICA EQUINOCCIAL 689 casa, donde permanecían de pié dias enteros contemplando en silencio á unos seres tanraros como nosotros, que habíamos ido allí desde tan lejos, sin otro objeto que secar, dibu-jar y empaquetar yerbas, insectos y guijarros de su país. Esta curiosidad molesta alguna ver,iba acompañada en otras ocasiones de agasajos y atenciones, no por pequeños menos con-movedores. No habia muchacho que diera con una flor hermosa ó un insecto brillante que nolo trajera á los caballeros extranjeros : cuando no una culebra, un lagarto, á veces un pájaromatado de una pedrada disparada con la honda ó bodoquera, ó un kinkajú (Potos caudivoi-vuiíts) cogido en el bosque á orillas del rio, mientras estaba atracándose de bayas de madroií mujeres de Cartago hacen bonitos bordados multicolores en el tambor, por el estilo. Iglesia de Zarzal (Cauca) de los que tuvimos ocasión de ver en Salento. Las camisas de las fiestas, único vestido en uso,abiertas holgadamente sobre el pecho y atadas á la cintura por medio de un sencillo cordón,están adornadas con estos bordados lo propio que las imágenes de los santos y los ornamen-tos sacerdotales. Cierta mañana vino á visitarme una vecina en compañía de su hija, unalinda morenita de catorce abriles, autora de unos dibujos muy candidos, pero que revelabancierto sentimiento del color. Aquella buena mujer vino á pedirme que diera algunas leccionesde acuarela á su hija, preguntándome con voz un tanto temblona, cuánto le llevaría por duda calcularla que puesto que vivia en una tienda, debia hacerlo para vender mis géne-ros, pues recuerdo que á la negativa que hube de darle, se mostró muy contrariada, no apare-ciendo la sonrisa en sus labios, sin
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