Poesias; con la biografia del autor y juicio critico de sus obras . , y parti-cularmente en la Ortografía, queda abundantemuestra de su estudio y aplicación. Asistió ámil trescientas veintisiete juntas, y por acuer-do tomado á una voz, se le consideró presenteá otras doscientas veintisiete sesiones. Cuan-do le preguntamos si tenía condiciones paraser elegido Senador por la Academia, contestónegativamente. La ley pedía á los Cuerposcientíficos y literarios hombres cargados delaureles, pero no enteramente desprovistos dedinero. La sabiduría y la pobreza andan en elpueblo de Cervantes muy bien av
Poesias; con la biografia del autor y juicio critico de sus obras . , y parti-cularmente en la Ortografía, queda abundantemuestra de su estudio y aplicación. Asistió ámil trescientas veintisiete juntas, y por acuer-do tomado á una voz, se le consideró presenteá otras doscientas veintisiete sesiones. Cuan-do le preguntamos si tenía condiciones paraser elegido Senador por la Academia, contestónegativamente. La ley pedía á los Cuerposcientíficos y literarios hombres cargados delaureles, pero no enteramente desprovistos dedinero. La sabiduría y la pobreza andan en elpueblo de Cervantes muy bien avenidas. Hart-zenbusch no tenía treinta mil reales de rentaanual. Este gran literato, en quien el profundosaber y el gallardo ingenio vivieron en pazprestándose mutuamente ayuda como buenoshermanos, pudo, sin embargo, enriquecer á supatria. La enriqueció de gloria. Su nombreserá siempre acatado en esta Academia y don-de quiera que se hable la lengua española ó serinda culto á la belleza literaria.» AuRELiANO Fernández-Guerra y Orbe. POESÍAS. LA VUELTA DEL EMIGRADO. I o OS vi desarraigar, olmos nativo plantel; yo vi los fososAbrir en larga hilera, donde vidaNueva os dió la común próvida madre;Yo os vi las ramas extender nacientes,Y de tierno follaje ño yo entonces, vuestro liso troncoCeñía con la mano; ya ni os puedoCon ambas abarcar. Ruda cortezaLos caracteres deformó, que un díaEn vosotros grabé, cual en mi rostroLa mano de la edad y la desgraciaTrocaron ¡ay! en repugnante ceñoLos dulces rasgos de la infancia ELEGÍA.
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