. Islas Baleares; por Pablo Piferrer y José Ma. Quadrado. ático. islaskaleares 771 Treinta y cinco años han durado las obras: si más exentasestuviesen de censura, publicaría con satisfacción el coste deellas, que ahora temo que pesase en la balanza para juzgarlasmás severamente. No obstante, comenzadas con tan mal pie ycon defectos tan irremediables, era forzoso poner en terminarlasla misma actividad y ahínco que si se tratara de realizar el másexquisito modelo; pues cuestión se hacía de deber más que degusto acudir á la conservación del templo principal, y no perderel tiempo en pesimistas con


. Islas Baleares; por Pablo Piferrer y José Ma. Quadrado. ático. islaskaleares 771 Treinta y cinco años han durado las obras: si más exentasestuviesen de censura, publicaría con satisfacción el coste deellas, que ahora temo que pesase en la balanza para juzgarlasmás severamente. No obstante, comenzadas con tan mal pie ycon defectos tan irremediables, era forzoso poner en terminarlasla misma actividad y ahínco que si se tratara de realizar el másexquisito modelo; pues cuestión se hacía de deber más que degusto acudir á la conservación del templo principal, y no perderel tiempo en pesimistas contiendas, prolongando un desoladorvacío que sabe Dios cuándo y cómo se habría llenado. ¿Quién,teniendo en cuenta el desprestigio de lo nuevo, y la anarquíade principios y confusión de pareceres aumentadas de día en díacon la multiplicación de medios y difusión del saber, quién sehubiera sentido con fuerzas para resolver con aceptación unáni-me el arduo problema de dar en pleno siglo xix á nuestra cate-dral una digna fachada?. CAPÍTULO iV Ruinas de Santo Domingo. — Santa Eulalia. — San Francisco. — San Miguel. San Nicolás /^L viajero, que de la Catedral se dirija á Santa Eulalia porV_-^ la plaza de las Corís, antes de llegar á ésta encontrará unvasto espacio de terreno sembrado de escombros. Si la fama deSanto Domingo también á él le ponderó la belleza de la antiguafábrica, párese é intérnese por aquellos montones de piedras des-pedazadas, y al dar con alguna clave de bóveda, ó al pisar el cuar-telado escudo de una losa funeraria, largo rato vacilará entre laindignación y la sorpresa, porque ninguna consideración vendrá áexcusar ó á explicar siquiera el derribo de tal edificio en zapa de la revolución ha destruido en el continente espa-ñol monumentos famosos; el santuario retumbó con las vocesde una plebe enfurecida, y el delirio espantoso de la impiedad y 774 ISLAS BALEARES de la revuelta puso en sus mano


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