La Mujer . A mi estimado amigo Luis de la Torre El sol llegaba á su ocaso,Cuando el desierto pampeanoIba cruzando un paisano,Llevando el corcel al paso;La manta envuelta en el bra: oIzquierdo, el gaucho llevaba,El fuerte viento azotabaSu renegrida melena, Y en su mirada, su penaIntensa se reflejaba. Con la cabeza inclinada,Iba aquel el inculto llanoDe la Pampa dilatada:Después de alzar la miradaHacia el poniente, un segundo,Tornóse meditabundo, Y algún recuerdo evocando,Siguió al acaso vagandoComo apartado del mundo. El resplandor vespertinoEnervábase; entre tantoTendía la n


La Mujer . A mi estimado amigo Luis de la Torre El sol llegaba á su ocaso,Cuando el desierto pampeanoIba cruzando un paisano,Llevando el corcel al paso;La manta envuelta en el bra: oIzquierdo, el gaucho llevaba,El fuerte viento azotabaSu renegrida melena, Y en su mirada, su penaIntensa se reflejaba. Con la cabeza inclinada,Iba aquel el inculto llanoDe la Pampa dilatada:Después de alzar la miradaHacia el poniente, un segundo,Tornóse meditabundo, Y algún recuerdo evocando,Siguió al acaso vagandoComo apartado del mundo. El resplandor vespertinoEnervábase; entre tantoTendía la noche el mantoSobre el páramo argentino;Siguió el gaucho su caminoSin rumbo ni derrotero,Pero al rato el parejeroSe paró en una una cruz, ladeadaPor la lluvia y el pampero. Y después de estar paradoEl corcél un rato ó el gaucho del letargoEn que se habia engolfado; Y bajando apresuradoEntre unas matas de ó sus negros ojos, A los que el llanto inundaba, Y an


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