La Honra de la mujer, novela de costumbres . omó para él aquel edificio formas gigantescas. Había allíalgún misterio, que le imponía reUgioso respeto. Por encima de todas estas preocupaciones saltó su mente,y el chico se puso á buscar el medio más fácil para penetraren el huerto donde hablan enterrado á la mouja. No tardó en hallar una verja de hierro que le facilitó laentrada. Trepó por ella, saltó con decisión, sin vacilación de ningúngénero, al otro lado de la verja, y en seguida reconoció el si-tio donde la fúnebre ceremonia tuvo lugar. Felizmente, para salir de dudas llevaba en el bolsill


La Honra de la mujer, novela de costumbres . omó para él aquel edificio formas gigantescas. Había allíalgún misterio, que le imponía reUgioso respeto. Por encima de todas estas preocupaciones saltó su mente,y el chico se puso á buscar el medio más fácil para penetraren el huerto donde hablan enterrado á la mouja. No tardó en hallar una verja de hierro que le facilitó laentrada. Trepó por ella, saltó con decisión, sin vacilación de ningúngénero, al otro lado de la verja, y en seguida reconoció el si-tio donde la fúnebre ceremonia tuvo lugar. Felizmente, para salir de dudas llevaba en el bolsillo al-gunos fósforos. Sin ocuparse de si seria ó no expuesto el que se notase allíla presencia de una persona extraña, encendió uno sobre lalosa que vió colocar á los jardineros después que las monjasse habían ido. Acercó el fósforo encendido á la losa, junto á la cual seelevaba una pequeña la losa leyó lo que sigue: «Aquí yace supultada, en este lugar separado, la sacrilega LA HONRA DE LA Así le sorprendió la aurora. DE LA MUJER. 777 Emilia , que algún tiempo pasó entre la comunidad porla hermana Arrepentimiento. Dios la perdone. > El Chivato quiso romper á llorar, pero no pudo, poseido deun hondo terror. Gayó de rodillas sobre la lo^a, tirando el instrumento á unlado. Al fin, durante la noche pudo verter algunas lágrimas^ quecayeron encima de aquella í le sorprendió la aurora. TOMO II, 98 EPÍLOGO. ¿Qué fué del pobre huérfano? El autor de esta obra lo dirá algún dia. Él dedicará un li-bro á los abandonados de la suerte, á los hijos de nadie. FIN. POESIAS ESCOGIDAS DE VICTOR HUGO, TRADUCIDAS POR NICANOR ZÜRICALDAY Y ERNESTO GARCÍA LADEVESE. VELADA EN EL MAR. Del sol al rayo postrero,cuando quedamos á solaslos dos en el rnar artero,mientras canta él marineroy gimen tristes las olas; Tras de la vela abrigadacuando cantas tus querellasy al lado mió sentadaroba tu dulce miradasus rayos á


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