Colección de obras completas . añe su sirena, dobla el recodo deMariemburgo y se aproxima lentamente al través de unbosque de mástiles que señala en ambas riberas la cer-canía del puerto. Estamos enfrente de Colonia. Sobrelas jarcias y las grúas de sus muelles, sobre la piña de suapretado caserío, en el obscuro firmamento, donde lu-cen las primeras estrellas, aún logro ver, altivas y auda-ces, las agujas góticas de la II COLONIA.—LA CATEDRAL.—LA GUERRA, ENEMIGA DE LOSTEMPLOS.—LA REFORMA Y EL ARTE.—UNA ASCENSIÓN DEPIEDRA Y DE CRISTAL.— «GLORIA IN » l claro fulgor del nuev


Colección de obras completas . añe su sirena, dobla el recodo deMariemburgo y se aproxima lentamente al través de unbosque de mástiles que señala en ambas riberas la cer-canía del puerto. Estamos enfrente de Colonia. Sobrelas jarcias y las grúas de sus muelles, sobre la piña de suapretado caserío, en el obscuro firmamento, donde lu-cen las primeras estrellas, aún logro ver, altivas y auda-ces, las agujas góticas de la II COLONIA.—LA CATEDRAL.—LA GUERRA, ENEMIGA DE LOSTEMPLOS.—LA REFORMA Y EL ARTE.—UNA ASCENSIÓN DEPIEDRA Y DE CRISTAL.— «GLORIA IN » l claro fulgor del nuevo día mesorprende en la plaza de Colo-nia, frente a la insigne Cate-dral. Una emoción profundaataja mis pensamientos y mispasos. Rotas las nieblas matina-les a los flechazos del sol, todala enorme basílica se me aparece a los ojos, saliendade la bruma como un navio formidable del eterno mar. La primera impresión es de sorpresa y asombro. Ais-lado el templo en espaciosa anchura, se eleva, en asun- 2 5. RICARDO LEON ción gloriosa, con el osado esfuerzo de sus rotundaslíneas verticales, con sus saetas y sus calados piñones, conla mística exaltación de sus torres morenas, que, entredoradas lumbres, se bañan cielo arriba en el cénit. Las proporciones de la augusta fábrica, la gigantescaaltura de sus naves, la esbeltez de sus finos contrafuer-tes, el empuje brioso de los arcos, el arranque soberbiode las torres, la multitud de sus airosas cresterías, elansia con que suben al cielo hasta clavarle sus tres mag-níficas agujas, dan a la noble catedral un aire de pasióny de fuerza, un ímpetu de oración y de alma, que se en-tra a raudales en lo más hondo de mi pecho. En vano me dicen que ese místico ardor, ese valienteesfuerzo vertical, se han logrado a costa de la belleza yproporción de las líneas; que es más puro y elegante elestilo de otras catedrales góticas, y que en ésta, por fin,son obra inferior y reciente sus altas y gemelas torres.


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