La Mujer . —Os disfrazaréis de diablo y haréis escapar áLama Fuerte. ¿Aceptáis? •-Con el mayor gusto, señor. —Venios á las diez pasadas y oá arreglaré. Finalmente el señor de Start quedó solo. Fiel á su promesa, Rompe Lanzas volvió al cas-tillo antes de las diez, hora en q e Lama Fuerte te-ría que venir. El señor de Start lo condujo á través de estre-chos y húmedos corredores que no terminaban nunca,hasta un salón de paredes bajas y cubiertas por unatela obscura. En el centro de este salón había una mesa semiescondida entre los pliegues de un paño negro y des-. tinada á servir de catafalco. A
La Mujer . —Os disfrazaréis de diablo y haréis escapar áLama Fuerte. ¿Aceptáis? •-Con el mayor gusto, señor. —Venios á las diez pasadas y oá arreglaré. Finalmente el señor de Start quedó solo. Fiel á su promesa, Rompe Lanzas volvió al cas-tillo antes de las diez, hora en q e Lama Fuerte te-ría que venir. El señor de Start lo condujo á través de estre-chos y húmedos corredores que no terminaban nunca,hasta un salón de paredes bajas y cubiertas por unatela obscura. En el centro de este salón había una mesa semiescondida entre los pliegues de un paño negro y des-. tinada á servir de catafalco. A un lado varias sillasy en un rincón uua maciza lámpara de cobre soste-nida por una trípode del mismo metal. El conde de Start amoi tajó á Rompe Lanzas, en-cendió unos cirios que colocó sobre la mesa con unas botellas de generosísimo vino y salió de la estancia recomendando al fingido muerto quedesempeñara bien su papel. Después de largo ralo vino de nuevo el condeguiando á Lama Fuerte, el valiente extranjero á velar el cadáver.
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