América pintoresca; descripcion de viajes al nuevo continente por los mas modernos exploradores . inamente á riesgo de en-volver á toda su familia entre los escombros. La viruela hacia estragos en el pueblo; niños yadultos morían por docenas. La hija de mi huésped, la misma á quien vimos anteriormenteamamantando á sus dos rorros, yacía moribunda con la cara cubierta de pústulas. Sepáremelastimado de ese horrible cuadro, y á la mañana siguiente tomé la dirección de las altas lla-nuras, acompañado del pequeño convoy encargado de llevar mis colecciones. A partir de San Pablo, el camino es cada ve


América pintoresca; descripcion de viajes al nuevo continente por los mas modernos exploradores . inamente á riesgo de en-volver á toda su familia entre los escombros. La viruela hacia estragos en el pueblo; niños yadultos morían por docenas. La hija de mi huésped, la misma á quien vimos anteriormenteamamantando á sus dos rorros, yacía moribunda con la cara cubierta de pústulas. Sepáremelastimado de ese horrible cuadro, y á la mañana siguiente tomé la dirección de las altas lla-nuras, acompañado del pequeño convoy encargado de llevar mis colecciones. A partir de San Pablo, el camino es cada vez más escabroso, pedregoso, cuajado de pre-cipicios, hasta más allá del rio Chacunes. Imposible calcular la pendiente de los ríos en estaregión: á cada kilómetro vénse suceder por centenares los saltos y las chorreras. El pueblode Chacunes, emplazado un poco más bajo que el puente, en la confluencia del Guavo, constade treinta y cuatro chozas á cual más sucia, incómoda y repulsiva. Pususquer y San Miguel, más bien que pueblos son dos puñados de chozas en donde me. El puente de Cuaiquer 802 AMÉRICA PINTORESCA sorprendió ver hombres vigorosamente musculados y mujeres casi bonitas, ostentando su finacabellera de un color negro azulado que revela la mezcla, muy pronunciada, de sangre espa-ñola. Se acercaba la noche sin que el sol lograra rasgar el toldo de nubes que lo cubria, ymientras andábamos penosamente por un terreno cenagoso y empapado por las ramas de losárboles inclinadas bajo el peso de la humedad, de súbito se detuvo uno de los mozos de ladelantera, gritando: el ¡derrjimbo! Instantáneamente nos paramos todos, viendo con asombroá pocos pasos de distancia, vacilar y hundirse la montaña. Una avalancha de tierra, rocas yárboles enmarañados con los bejucos que los cubrían, precipitóse sobre el Guavo con espan-toso estruendo. En un instante se operó la transformación; millares de metros de tierra ar-rancados á las faldas por tant


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