La Mujer . (tradición). Si la historia no miente érase el año de 1597 y enla hermosa capital del rico imperio mejicano. Lascivas enredaderas y espesos árboles ocultabany crecían alrededor de una pintoresca casa. Vivía enésta el conde de Rivadeneyra, de origen portugués yde nacimiento español. Tenía el dicho conde, cuyo alejamiento de la ma-dre patria era debido á la muerte de su querida esposa,una hija de diez años de edad, esbelta como las pal-meras del desierto, blanca como las flores de sus jaz-míneas enredaderas; pero cuyo rostro se endurecíapor las ya marcadas huellas de altivez orguUosa


La Mujer . (tradición). Si la historia no miente érase el año de 1597 y enla hermosa capital del rico imperio mejicano. Lascivas enredaderas y espesos árboles ocultabany crecían alrededor de una pintoresca casa. Vivía enésta el conde de Rivadeneyra, de origen portugués yde nacimiento español. Tenía el dicho conde, cuyo alejamiento de la ma-dre patria era debido á la muerte de su querida esposa,una hija de diez años de edad, esbelta como las pal-meras del desierto, blanca como las flores de sus jaz-míneas enredaderas; pero cuyo rostro se endurecíapor las ya marcadas huellas de altivez orguUosa ysoberbia. El conde salía pocas veces de su vivienda, puesera todo su recreo estar al lado de su hija que lerecordaba á su para siempre perdida compañera. Una tarde en que algunos indios se allegaron á lacasa del conde á llevarle objetos indígenas en cambiode otros europeos, se hallaba la bellaInés,—que asi se llamaba la hijadel conde,—recogiendo flores de sujardín cuando, rodeada de aquellosind


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