La Mujer . igio! que con tanfeliz oportunidad llegas á salvarme? ¿Quién teha dado esa fuerza nunca imaginada, capazde arrojar hombres al espacio como pudierayo aventar puñados de trigo? —Señor, soy Husein, hijo de Ibrahim: á mi])adre debo la fuerza y á tí te debo sumisión,porque vengo atraído por la fama de la her-mosura de tu liija: quiero desposar á la prin-cesa. —Tuya es, guerrero invencible, Fátima lahermosa: en prueba de ello, estrecha mi mano. Husein estrechó la mano de Abdalla: el sul-tán dió im grito y cayó desmayado: tenia lamano rota. Husein no había podido contenerse, y asus-tado po


La Mujer . igio! que con tanfeliz oportunidad llegas á salvarme? ¿Quién teha dado esa fuerza nunca imaginada, capazde arrojar hombres al espacio como pudierayo aventar puñados de trigo? —Señor, soy Husein, hijo de Ibrahim: á mi])adre debo la fuerza y á tí te debo sumisión,porque vengo atraído por la fama de la her-mosura de tu liija: quiero desposar á la prin-cesa. —Tuya es, guerrero invencible, Fátima lahermosa: en prueba de ello, estrecha mi mano. Husein estrechó la mano de Abdalla: el sul-tán dió im grito y cayó desmayado: tenia lamano rota. Husein no había podido contenerse, y asus-tado por su imprudencia pidió perdón á todoslos que le rodeaban. —Note aflijas ¡oh principe! dijo el médico dela real cámara: yo respondo de curar al sul-tán: cuídate solo de entregarte al descanso, dereponer tus fuerzas con el alimento que seade tu gusto Husein, que estaba fatigado, siguió el conse-jo del doctor: después de comer algunos ex-quisitos manjares, se rindió al sueñ Su, despertar fué terrililc: liallóse rodeadode cadenas «jue le sujetaban á un leclio debronce y se f^intió más débil (pie un niñ ceVitíñelas vigilantes le amenazaban conla muerte si i>roti^ndia romper las ligaduras. El ])rimer mini-tro le visitó ínniediaUimenle>^ le díj^: —Comprenderás que son razonables estasprecauciones; un Innubre tan fuerte como tú yque no sabe contener su vigor en determinadoscasos, no puede inspirar confianza ni á susmás queridos amigos: bebiste un tósigo quete arrebata la fuerza y te sujeta á nuestro po-der durante algunos días: confiesa cómo tienesun privilegio no concedido á ningún mortal;cede tu talismán al noble Abdalla: así obten-drás que te perdonen: de lo contrario, morirásdegollado. —Nada te puedo revelar, dijo Husein. porqueos lo lie dicho todo: la fuerza se la debo á mipadre, reside en mí, no pasará jamás á otro. —Reflexiona: tienes un plazo de ocho dias. —Retiróse el ministro, dejand


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