América pintoresca; descripcion de viajes al nuevo continente por los mas modernos exploradores . ferruginoso, de una dureza extraordinaria. Las aguas del Upin son un tanto saladas aun antes de llegar á la mina hoy en explota-ción. Para comprobarlo, basta frotar suavemente el borde de un vaso con un lápiz de nitrato de (i) Dos mil quinientas arrobas equivalen á treinta y un mil doscientos cincuenta kilogramos, cuyo producto, á doce céntimos el kilo,da tres mil setecientos cincuenta francos, ó sean setecientos cincuenta pesos fuertes.(2) Estas cifras son oficiales. 584 AMÉRICA PINTORESCA plata,
América pintoresca; descripcion de viajes al nuevo continente por los mas modernos exploradores . ferruginoso, de una dureza extraordinaria. Las aguas del Upin son un tanto saladas aun antes de llegar á la mina hoy en explota-ción. Para comprobarlo, basta frotar suavemente el borde de un vaso con un lápiz de nitrato de (i) Dos mil quinientas arrobas equivalen á treinta y un mil doscientos cincuenta kilogramos, cuyo producto, á doce céntimos el kilo,da tres mil setecientos cincuenta francos, ó sean setecientos cincuenta pesos fuertes.(2) Estas cifras son oficiales. 584 AMÉRICA PINTORESCA plata, y si el agua contiene sal en disolución, se forman unos copos blancos que bajan al fondodel vaso, pues el cloruro de sodio combinado con el nitrato, produce un precipitado de cloru-ro de plata. Como este sencillo experimento no marra nunca, dejoá la consideración del lectorel sentimiento de asombro hacia los extranieros, que produce entre los naturales de losLlanos. En esto, los peones estaban prestos: habian ya registrado el bosque y hallado rastros fres-cos de danta (i) (tapir).. Travesía del rio Guatiquia Esta noticia era para mí doblemente grata, cuanto no se trataba de la especie común átoda la América del Sur, sino del curioso tapir pincliaquc, descubierto por nuestro compa-triota M. Roulin, en los Andes colombianos, de cuya especie habia oido decir que poseia laquerencia especial de ir á apagar su sed en las aguas saladas, por el estilo de las del Upin. Pero ¡ay! perdóneme el lector si al llegar aquí no le entretengo con una conmovedoradescripción de una cacería, coronada con un victorioso toque de trompas de caza, y nodepongo á sus plantas lo menos media docena de los antedichos paquidermos. La verdad antetodo, y esta me obliga á declarar que aquel dia San Huberto no quiso mostrársenos propicio,dejando que corriéramos horas y más horas por las espesuras y los espinos, abriéndonos tro-cha con el machete, y total ¿para qué? Varias veces per
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