. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. lgo delas pretensiones de D. Pedro hacia mi hija se ha trasluci-do, lugar daría á que —Que lo hacéis por vengaros y deshaceros de él,—leinterrumpió el de Villena. —Justamente. Y más aún: que lo ocurrido entre mihija y él puede tener más importancia de lo que en rea-lidad tiene. —Descuidad. Vuestra observación es justa y yo meencargo de todo. —No me atrevía á suplicároslo. —Pero es deber en mí el ofrecéroslo. Mi gente se apode-rará de D. Pedro, le traerá aquí y nadie sabrá nunca vues-
. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. lgo delas pretensiones de D. Pedro hacia mi hija se ha trasluci-do, lugar daría á que —Que lo hacéis por vengaros y deshaceros de él,—leinterrumpió el de Villena. —Justamente. Y más aún: que lo ocurrido entre mihija y él puede tener más importancia de lo que en rea-lidad tiene. —Descuidad. Vuestra observación es justa y yo meencargo de todo. —No me atrevía á suplicároslo. —Pero es deber en mí el ofrecéroslo. Mi gente se apode-rará de D. Pedro, le traerá aquí y nadie sabrá nunca vues-tra intervención en este asunto. ¿Es esto lo que deseáis? —¡Gracias!—exclamó , estrechando con efu-sión las manos de su amigo. Hablaron algunos instantes más los dos nobles, po- ISABEL LA CATÓLICA 118 niéndose de acuerdo respecto á todos los detalles relativosá la proyectada captura, y el caballero de Medina regresóá su morada, pensando: —Buena ocurrencia fué la mía. Vengado quedaré deeste modo, sin que nadie trasluzca mi 15
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