América pintoresca; descripcion de viajes al nuevo continente por los mas modernos exploradores . scarpadas, y en vezde la yerba y el musgo t]ue crecen en las grietas, árboles de cincuenta metros de altura, unamaleza arborescente y bejucos desde los más finos hasta los más vigorosos. Y en medio de esteterreno accidentado, con sus barrancos, sus hondonadas y sus abismos, torrentes que se preci-pitan con atronador estruendo desde lo alto de las cumbres inaccesibles, minando las paredesde rocas y arrastrando en su blanca espuma moles de piedra y troncos de árboles. A veces,los derrumbamientos enn


América pintoresca; descripcion de viajes al nuevo continente por los mas modernos exploradores . scarpadas, y en vezde la yerba y el musgo t]ue crecen en las grietas, árboles de cincuenta metros de altura, unamaleza arborescente y bejucos desde los más finos hasta los más vigorosos. Y en medio de esteterreno accidentado, con sus barrancos, sus hondonadas y sus abismos, torrentes que se preci-pitan con atronador estruendo desde lo alto de las cumbres inaccesibles, minando las paredesde rocas y arrastrando en su blanca espuma moles de piedra y troncos de árboles. A veces,los derrumbamientos ennegrecen, ensucian la onda límpida; pero en breve recobra su brillocristalino, y esta misma corriente que se desvia al tropezar con un guijarro, rompe los troncos DE QUITO A ARCHIDONA 29 más robustos, desgasta la piedra más dura como entre dos muelas invisibles, y después delinmenso trabajo de destrucción y del largo curso del torrente andeano, sólo lleva al Océanouna arena fina é impalpable. Una lluvia, ora fuerte, ora menuda y penetrante, pone el terreno encharcado y resbaladizo:. Indios de Papallacta acometiendo á uiia serpicnie para atravesar estas regiones, no tan sólo se necesita el esfuerzo de un hombre vigoroso, sinotambién el arte de un equilibrista. Describir dia por dia, hora por hora, el viaje de un mes desde Papallacta á Archidona, enuna distancia que apenas es de cien kilómetros, seria más enojoso que el viaje mismo. Laprimera noche acampamos en Chiniyacu, en un sitio admirable. El terreno se parecía muchoá una península formada por el torrente de Chiniyacu y una charca que las lluvias hablantrasformado en una laguna azul. Enormes espesuras de grama arborescente (suní), semejantesá islotes floridos, se elevaban sobre el agua. Inmensos árboles, derechos como columnas de JO AMERICA PINTORESCA hierro, comunicaban á aquel sitio la admirable solemnidad, la calma grave de las grandesselvas. A lo lejos se oia el mugido del torrente Consaga que la


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