. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. dijo Pérez a Leandro—. Y ahora, si notenéis nada más que preguntarme, me retiro. Dios osguarde. Entróse sin decir más y cerró la quedar de nuevo solos Leandro y Teresa, arrojá-ronse el uno en brazos del otro. —¡He perdido a mi hijol—exclamó la joven, rompien-do en sollozos. —¿Quién sabe?—respondió el anciano, para tranquili-zarla—. No te desesperes. El pobre Claudio murió y estees un gran contratiempo. El no haber traído el niño aquí,tiene su explicación: lo entregaría a una nodriza para


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. dijo Pérez a Leandro—. Y ahora, si notenéis nada más que preguntarme, me retiro. Dios osguarde. Entróse sin decir más y cerró la quedar de nuevo solos Leandro y Teresa, arrojá-ronse el uno en brazos del otro. —¡He perdido a mi hijol—exclamó la joven, rompien-do en sollozos. —¿Quién sabe?—respondió el anciano, para tranquili-zarla—. No te desesperes. El pobre Claudio murió y estees un gran contratiempo. El no haber traído el niño aquí,tiene su explicación: lo entregaría a una nodriza para quele criase. —Sí, sin duda; pero; ¿dónde está esa nodriza? —He ahí lo que hemos de averiguar. —¿De qué manera? —Mañana veremos. —¡No tengo esperanza! —Yo sí. Pero ahoravamonos de aquí a buscar un sitio donde pasar la cogidos del brazo alejáronse, Leandro muy pensati-vo, y la pobre Teresa, llorando en silencio. Su corazón de madre decíale que no recobraría a suhijo. o CAPITULO XXXIX Crimen mútil. O sabiendo donde refugiarse y sin recursospara demandar albergue en parte alguna,Leandro y Teresa decidiron pasar la nocheen el sería la primera qus pasaban al aire el sitio que les pareció más apropósito ysentáronse al pie de un árbol. —Dormid vos mientras yo velo, padre mío—-dijo lajoven. A lo que respondió el anciano:—No, duerme tú mientras velo cierto era que ninguno de los dos tenía sueño apesar de hallarse muy misma situación les porvenir presentábaseles incierto, , Teresa no pensaba en nada, con la esperanzade recuperar a su hijo. 1 ISABEL LA CATÓLICA 681 De todo se sentía capaz. Ahora, con el último desengaño sufrido, el desalientohabíase apoderado de el a. Pensaba con fruición en la muerte, como único reme*dio de su infortunio. —¿Para qué quiero vivir?—decíase-—. Despreci


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