. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO XXXIX Las acusaciones de Zulima. UBO una larga pausa impuesta por el asom-bro producido en los dos caballeros al re~conocer en la encubierta á Zulima el uno, ásu misteriosa desconocida el otro. La mora les contemplaba pareciendogozarse en su sorpresa. Al fin habló, para decir dirigiéndose á D. Tomás y se-ñalando á Vargas: —Pues que noble y honrado sois, arrojad de aqui á esehombre. Es un espía, un ladrón, un criminal, un misera-ble indigno de estar bajo el techo de una casa honrada. D. Gar


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO XXXIX Las acusaciones de Zulima. UBO una larga pausa impuesta por el asom-bro producido en los dos caballeros al re~conocer en la encubierta á Zulima el uno, ásu misteriosa desconocida el otro. La mora les contemplaba pareciendogozarse en su sorpresa. Al fin habló, para decir dirigiéndose á D. Tomás y se-ñalando á Vargas: —Pues que noble y honrado sois, arrojad de aqui á esehombre. Es un espía, un ladrón, un criminal, un misera-ble indigno de estar bajo el techo de una casa honrada. D. Garlos llevó la mano al cinto en busca de la dagapara vengar tales ultrajes, y Zulima echóse á reir despre-ciativamente, diciendo: —¿Vas á ejercer de nuevo tu profesión de asesino enuna débil é indefensa mujer? ¡Hazaña digna de ti! Ven yhiere, no te temo. Y abrió los brazos, presentándole el pecho para quehiriera. 276 A. CONTRERAS Paredes contuvo á su amigo y dijo á la mora: —Ved, señora, lo que decís. En mi casa estáis, á unhuésped y amigo ultrajáis, y asi como no permitiré que élos ofenda, tampo


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