Revista contemporánea . ombre de grande probidad, desapa-rece desde las primeras páginas. Suhija, á quien el autor ha querido sinduda pintar interesante, no inspiraningún sentimiento delicado. Aban-donada por su seductor, se hace cor-tesana para «vengarse de la socie-dad.» Así sólo discurre el que naceinclinado á ciertas cosas. El Príncipe de Chantenay es unpobre diablo, de pésimas inclinacio-nes, sin juicio, sin educación y sindignidad de ninguna especie. Ray-mond de Ferdys no merece los hono-res de la crítica, y el Duque ruso nevaut pas chcr, como dice uno de suscriados. Con razón pregunta


Revista contemporánea . ombre de grande probidad, desapa-rece desde las primeras páginas. Suhija, á quien el autor ha querido sinduda pintar interesante, no inspiraningún sentimiento delicado. Aban-donada por su seductor, se hace cor-tesana para «vengarse de la socie-dad.» Así sólo discurre el que naceinclinado á ciertas cosas. El Príncipe de Chantenay es unpobre diablo, de pésimas inclinacio-nes, sin juicio, sin educación y sindignidad de ninguna especie. Ray-mond de Ferdys no merece los hono-res de la crítica, y el Duque ruso nevaut pas chcr, como dice uno de suscriados. Con razón pregunta un ilustradocrítico francés, si Mr. Claretie habrátenido la pretensión de encarnar enNoris la nobleza parisiense contem-poránea. Si así fuese, justo sería re-conocer que el autor de esta novelase habría equivocado de una maneralastimosa. La sociedad francesa no es lo quedescriben ciertos novelistas, porquesi así fuera, Francia hubiera desapa-recido tiempo hace á impulsos de supropia corrupción. MADRID, 1883.—Imp. de Manuel G. Hernández, Libertad, 16 dup.° LOS TCHINGHIANÉS DE TURQUÍA ntre las muchas razas que pueblan el Imperioturco, la última y más original es la india á quepertenecen los tchinghianés, extensa familia orien-tal de que se ven algunas ramas nómadas enOccidente, conocidas con el nombre de bohemios en Fran-cia, de gipsies en Inglaterra y de gitanos en España. Extran-jeros en medio de los pueblos donde residen, huyen su so-ciedad y su civilización y no presentan rastro alguno de his-toria política ó literaria, fuera del que ofrece el estudio de suidioma. Religiosos por conveniencia, sometidos á las leyespor su misma debilidad y por el temor de los castigos, hacenverdadera vida de salvajes, esplotan á los pueblos donde re-siden ó ganan con lo poco que les producen sus rudimenta-rias industrias, lo poco que también necesitan para su sub-sistencia. Sin jefe, excepción hecha del que algunas veces les fijael Gobierno turco


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