La Mujer . idad de ideas, conocimiento de laliteratura, las ciencias, las arle?, la vidaíntima, con visitas periódicas; todo, en fin,lo que estrecha lazos y compenetra aspi-raciones. Yo nunca me alegraré bastante de habervenido á este Brasil hermoso, en dondela cultura es ambiente y la hospitalidadreligión y la caballerosidad doctrina portodos estudiada y aprendida. EVA CANEL. Enero 17, Río Janeiro, ALBUAÍ - REVISTA « LA MUJER » CABALLERIA RUSTICANA Cuando reinaba en España don Alfon-so XII, llegó á Madrid una comisión delos mayores contribuyentes de un pueble-cito situado en una aparta


La Mujer . idad de ideas, conocimiento de laliteratura, las ciencias, las arle?, la vidaíntima, con visitas periódicas; todo, en fin,lo que estrecha lazos y compenetra aspi-raciones. Yo nunca me alegraré bastante de habervenido á este Brasil hermoso, en dondela cultura es ambiente y la hospitalidadreligión y la caballerosidad doctrina portodos estudiada y aprendida. EVA CANEL. Enero 17, Río Janeiro, ALBUAÍ - REVISTA « LA MUJER » CABALLERIA RUSTICANA Cuando reinaba en España don Alfon-so XII, llegó á Madrid una comisión delos mayores contribuyentes de un pueble-cito situado en una apartada región, con»el objeto de gestionar cerca del gobierno,la construcción de una carretera, quepusiera al pueblo en comunicación con•el ferrocarril inmediato. Componían la comisión, el alcalde dellugar como presidente de ella y los dosvecinos más ricos del pueblo. Llegaron á Madrid vestidos con los pin-torescos trajes que lucían en su aldea losdías de tiesta y envueltos en sus inmen-. guían hablarle del asunto que A la Corteles había llevado, pues como buenos cam-pesinos siempre tenían presente la máxima:d Dios rogando y con el mazo dando. Con esta resolución se dirigieron á pala-cio y en la intendenci^i del mismo, pusie-ron de manifiesto su deseo de ser recibi-dos en audiencia por el sober ino. El conde de X, secretario particular desu magestad, se hizo cargo de aquellos lu-gareños R. tomó nota de su pretención, se-ñalándoles día y hora para la audiencia. Aldespedirse, le preguntó el alcalde, que erael más decidido de los tres: —Y diga ustedseñor, ¿estamos bien vestidos así para veral rey?—A lo que el conde respondió se-camente:-La etiqueta de palacio obliga á venirde frac—Bueno,bueno — digeronlostres á un tiempo—noscompraremos trajesde trac. Y salieronde allí muy satisfe-chos de pensar queiban á ser recibidosnada menos que porel gefe del estado. Llegó el día seña-lado para la audien-cia y en la puerta depalacio, paró


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