. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. —A D. Fernando volved y de mi parte decidle que tan-to como él ansio verle y personalmente darle las graciaspor su rendimiento; mas por lo mismo que tengo en tan-to la nobleza de su persona y las pruebas de adhesión queacaba de darme, no quiero que en Valladolid entre de in-cógnito, como ha viajado, sino con todos los honores quele corresponden. Para ello, preciso es el consentimientode mi hermano D. Enrique á nuestra unión, y voy á soli-citarlo por última vez. Que aplace nuestra entrevista porunos


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. —A D. Fernando volved y de mi parte decidle que tan-to como él ansio verle y personalmente darle las graciaspor su rendimiento; mas por lo mismo que tengo en tan-to la nobleza de su persona y las pruebas de adhesión queacaba de darme, no quiero que en Valladolid entre de in-cógnito, como ha viajado, sino con todos los honores quele corresponden. Para ello, preciso es el consentimientode mi hermano D. Enrique á nuestra unión, y voy á soli-citarlo por última vez. Que aplace nuestra entrevista porunos días y se resigne con esta demora, como yo me re-signo, pues así lo exigen su propia grandeza y mi , no os detengáis y repetidle lo que os digo. Salieron los emisarios en compañía de D. Juan, y doñaIsabel, arrojándose en los brazos de sus damas, les dijo: —¡Ya está aquí! ¡Me ama, pues que tantos sacrificiosha reahzado y á tales peligros se ha expuesto por venir ácumplirme su palabra! Y al decir esto lloraba de ternura y de alegría. CAPITULO LIX La serenata. QUELLA misma noche, dando muestras deuna actividad que fué siempre la nota mássaliente de su carácter, D. Isabel envióemisarios al almirante D. Fadriquey al ar-zobispo de Toledo, los más decididos par-tidarios de su matrimonio con D. Fernando, participán-doles el feliz arribo del príncipe. Además escribió á su hermano D. Enrique una cartallena de respetuosa firmeza, en la que le decía que estabaresuelta á casarse con el elegido de su corazón; que depu -siese, pues, su actitud, contraria á tal enlace, que la auto»rizara y que considerase á su futuro esposo y á ella comoá sus más humildes y obedientes vasallos. Envióla carta á su destino, por persona de toda suconfianza, y quedó aguardando impaciente la respuesta.—Hasta saber la decisión de Enrique,—dijo,—no reci-biré á D. Fernando, aunque mi corazón anhela verle; pe-ro por lo mismo que le quiero tanto, des


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