. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO XXI Tendiendo la red. lEL a la palabra dada, don Tomás de Pare-des se presentó en casa de doña Leonor, nosin cierto recelo, pues con razón desconfiabade la mujer que hasta había apelado al cri-men para lograr los deseos de su ambición; pero dejar deir hubiera sido cobardía y no era el cabalKro hombre quese aviniese a la deshonra de que su valor fuese puesto enduda. Recibióle sola la de Padilla, y con una serenidad tal,que nadie habría sospechado en ella los sentimientos decelos, envidia y


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO XXI Tendiendo la red. lEL a la palabra dada, don Tomás de Pare-des se presentó en casa de doña Leonor, nosin cierto recelo, pues con razón desconfiabade la mujer que hasta había apelado al cri-men para lograr los deseos de su ambición; pero dejar deir hubiera sido cobardía y no era el cabalKro hombre quese aviniese a la deshonra de que su valor fuese puesto enduda. Recibióle sola la de Padilla, y con una serenidad tal,que nadie habría sospechado en ella los sentimientos decelos, envidia y rencor que la atormentaban. Al mismo don Tomás sorprendióle su actitud, digna yfranca en la apariencia. — Gracias os doy por la confianza con que me honráis k 564 A. CONTRERAS viniendo a verme—le dijo ella, tendiéndole la mano—;que después de cuanto entre nosotros a ocurrido, razónos sobra para haberos mostrado receloso. Estas palabras sorprendieron aun más a Paredes, puesparecían indi:ar cierto impulso de sincero arrepentimiento. No supo qué contestar a ellas, y limitóse a decir:—Os ruego, señ


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