. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO XLIII Una misión importante. UNQUE era grande el deseo de D. Tomás dever á su hermano, comprendió que antetodo debía cumplir con su deber, y su de-ber era avisar á quien convenía la conspi-ración descubierta y denunciada por lamora, para que si en ello había algo de verdad, se tomasenlas medidas oportunas. Al efecto encaminóse á la casa de D. Juan de Vivero,edificio donde después se estableció la Cancillería y hoyestá instalada la Audiencia. En aquella casa, como ya dijimos, tenía su aloja


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO XLIII Una misión importante. UNQUE era grande el deseo de D. Tomás dever á su hermano, comprendió que antetodo debía cumplir con su deber, y su de-ber era avisar á quien convenía la conspi-ración descubierta y denunciada por lamora, para que si en ello había algo de verdad, se tomasenlas medidas oportunas. Al efecto encaminóse á la casa de D. Juan de Vivero,edificio donde después se estableció la Cancillería y hoyestá instalada la Audiencia. En aquella casa, como ya dijimos, tenía su alojamien-to la princesa D. Isabel. Aunquo en Valladolid la seguridad de la augusta don«celia estaba á cubierto, pues todos éranle adictos, parallegar hasta ella necesitábanse grandes empeños, á fin deevitar cualquier traición. La experiencia de lo ocurrido había aleccionado á susdefensores despertando en ellos el recelo y la desconfianza. ik 204 A. CONTRERAS Paredes no solicitó, pues, ver á la princesa, por consi-derarlo inútil, y se limitó á pedir ser recibido inmediata-mente por D. Juan de Vivero. Bast


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