. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. aba de hablar.—Menos mal,—respondió Megalasio. Habló luego el poeta con sus protegidos y comunicólesla generosidad de su protectora. Ellos aceptaron agradecidos aquel amparo y consin-tieron en quedarse viviendo allí hasta que su suerte cam-biara. D.* Leonor cumplió la promesa. A la hora de la comida subiéronles algunas sobras queá ellos pareciéronles suculentos manjares, y lo mismocontinuaron haciendo desde entonces dos veces al día,por la mañana y por la noche. D. Diego escribió la carta, que fué
. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. aba de hablar.—Menos mal,—respondió Megalasio. Habló luego el poeta con sus protegidos y comunicólesla generosidad de su protectora. Ellos aceptaron agradecidos aquel amparo y consin-tieron en quedarse viviendo allí hasta que su suerte cam-biara. D.* Leonor cumplió la promesa. A la hora de la comida subiéronles algunas sobras queá ellos pareciéronles suculentos manjares, y lo mismocontinuaron haciendo desde entonces dos veces al día,por la mañana y por la noche. D. Diego escribió la carta, que fué del agrado de suprotectora, y cuyo destino sabremos más adelante. 476 A. 0ONTRHBA8 Al bajar á presentársela, acompañáronle Teresa yLeandro, para darle las gracias por su protección. Pareció quedar D.^ Leonor muy prendada de la joven,hizole algunos regalos y desde entonces la llamaba algu-nas veces para que la acompañase y distrajera su so-ledad. Más de una vez, refiriéndose á ella, murmuró: —¡Quién sabe si podrá servirme algún día, de auxiliaren mis planes!. ^AAAAA^»|,tt |^^. A.|^tltAAAtlilAAAA ^^ ^% ^/^ ^^ 7^^ ^^ w^^í^ ^J^ ^ J^ ^5^ CAPÍTULO VIII Reconciliación
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