La Mujer . s que ayer. Y que el General sabe hoymas que ayer, no cabe la me-nor duda. Cuando el general Sarmien-to,—de simbólica memoria,—andaba dado á su genio porlas continuas revueltas que entierra adentro le hacia el cau- / * , i dillage, dirigió á su hombre ^de confianza, que lo era el ge-neral Arredondo,—un duquede Alba relativo y moderno, — encargado depacificar aquellos Países Bajos,—le dirigió, digo,entre otras muchas órdenes, curiosas y termi-nantes, la siguiente: «Vigile y no se clescuidecon el comandantecito porque ese nos va á darmucho que hacer. El comandantecito era elhoy dos ve


La Mujer . s que ayer. Y que el General sabe hoymas que ayer, no cabe la me-nor duda. Cuando el general Sarmien-to,—de simbólica memoria,—andaba dado á su genio porlas continuas revueltas que entierra adentro le hacia el cau- / * , i dillage, dirigió á su hombre ^de confianza, que lo era el ge-neral Arredondo,—un duquede Alba relativo y moderno, — encargado depacificar aquellos Países Bajos,—le dirigió, digo,entre otras muchas órdenes, curiosas y termi-nantes, la siguiente: «Vigile y no se clescuidecon el comandantecito porque ese nos va á darmucho que hacer. El comandantecito era elhoy dos veces Presidentede la República á quienSarmiento le echó el ojodesde entonces. Y fué desde entoncesque el comandantecitco-mo le llamaba Sarmientoy á quien Arredondo nosupo vigilar, empezó á darque hacer, hasta obtener laprimera que dejó semillapara la segunda. Su vida pública es pú-blica y notoria y no voyyo ahora á hacer relaciónde ella cuando para ellomucho tendría que iy ? f


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