Doña Sancha de Navarra, novela histórica . por nohaberle sabido guardar, habia sido desterrado de León. Fernan-Gonzalez, contento por haber recobrado á su no-ble y herniosa doña Sancha, nombró al capitán V^lasco con-de de sus caballerizas y de sus perreras, esto es, le hizo go-bernador de sus caballos y de sus perros. Pretenderán nuestros lectores que les reñramos el júbilode los dos esposos, la alegría de su ejército, las demás cosasque acontecieron á causa del rescate de doña Sancha. Esto sería hacer una injuria á la penetración de nuestroslectores, y nos abstenemos de ella. Algunas líneas m


Doña Sancha de Navarra, novela histórica . por nohaberle sabido guardar, habia sido desterrado de León. Fernan-Gonzalez, contento por haber recobrado á su no-ble y herniosa doña Sancha, nombró al capitán V^lasco con-de de sus caballerizas y de sus perreras, esto es, le hizo go-bernador de sus caballos y de sus perros. Pretenderán nuestros lectores que les reñramos el júbilode los dos esposos, la alegría de su ejército, las demás cosasque acontecieron á causa del rescate de doña Sancha. Esto sería hacer una injuria á la penetración de nuestroslectores, y nos abstenemos de ella. Algunas líneas más (y; concluimos, iío 6idi Creyóse el rey don Sancho libre ya de enemigos y dedisgustos con la entrega de su hermosa y formidable tia ácu no menos formidable esposo. Pero se engañó. El ejercitodel conde amaneció al dia siguiente cercando la ciudadaunque sii;k hostil);-j„p,; gotnoisí —¿Pretenderá ese maldito qonde., pensó el rey, en negar-me la entrega de su esposa ppv 1<^ mismo que esa entrega. El capitán Volasco entregó su esposa al conde de Castilla. a DfeNAVAERA. 7S«) ha sido secreta? Yo debia haberle exigido uít recibo, ó porlo menos, lio haber desteiTado al capitán Velasco, que podiahaber atestiguado en último caso. Pero está visto, el amorde mi tia me ha trastornado de tal manera el seso, quedesde hace un año hago todas Jas cosas al revés. ¿Y quéquerrá ahora el conde? No tardó mucho en saberse lo que quería el conde Fernan-Gonzalez. Presentóse de nuevo el heraldo castellano, que habiavenido á convertirse para el rey en un objeto de horror, ydemandó el precio de la famosa venta del azor y el caballocon arreglo ál contrato firmado por el rey, y cuya copiallevaba. Entonces el rey reunió su consejo. Hablóse mucho; discutióse mucho; el tesorero del reyhalló ajustando la cuenta que habían pasado once mesesdesde aquella venta; que durante aquellos once oleses, porla clausulado la venta, que determinaba que no


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