. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. e oí,—añadió la mora,—pu-de convencerme de que aquellos hombres conspiraban. —¿Contra quién? —Contra la princesa D.^ Isabel, nombrada reciente-mente heredera del trono por su hermano D. Enrique. —¿Y por cuenta de quién conspiraban? —Por cuenta de la reina D.^ Juana. —¡Ah, comprendo! ¿Y descubristeis los planes de suconspiración? —Todos. —Reveládmelos al Defensor y partidario entu-siasta de D.^ Isabel, no sabéis la importancia que para mitiene lo que decís. —Lo sé, como sé también lo que os


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. e oí,—añadió la mora,—pu-de convencerme de que aquellos hombres conspiraban. —¿Contra quién? —Contra la princesa D.^ Isabel, nombrada reciente-mente heredera del trono por su hermano D. Enrique. —¿Y por cuenta de quién conspiraban? —Por cuenta de la reina D.^ Juana. —¡Ah, comprendo! ¿Y descubristeis los planes de suconspiración? —Todos. —Reveládmelos al Defensor y partidario entu-siasta de D.^ Isabel, no sabéis la importancia que para mitiene lo que decís. —Lo sé, como sé también lo que os interesan otras co-sas que he de revelaros. Pero de esto trataremos luego conel debido espacio vos y yo. Dejad que por ahora me lími-te á demostraros la infamia y la culpabilidad del que lla-máis vuestro amigo. —Proseguid. Y volviéndose á Vargas, que anonadado no se atrevíani aun á levantar la cabeza, D. Tomás díjole: —¡Ay de vos, si las revelaciones de esta mujer, confir^man todo lo que sospecho! ¡ CAPÍTULO XLI La seguridad de un calabozo. ESDE el momento en que supo que suhuésped conspiraba contra D.^ Isabel,el relato de Zulima adquirió para Pa-redes interés extraordinario. Partidarios decididos de D.^ Isabeleran él y su hermano y dispuestos sehallaban á sacrificarle hasta la vida. —Por aquella noche,—siguió diciendo la mora,—ente-rarme no pude de lo que aquellos hombres trataban, sinomuy confusamente. No estoy al tanto de vuestras intrigaspolíticas, para poder comprenderlas sin detenidas expli-cacicnes. Sólo deduje lo que dicho queda: que conspira-ban contra la heredera del trono de Castilla, por cuenta dela reina D.^ Juana. Como Vargas ya en otra ocasión mehabía manifestado sus propósitos de conspirar, el hechono me sorprendió. Un tal D. Luis de Haro, por lo que pu-de comprender, era el que daba á todos órdenes en nom-bre de la reina. 37


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