. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO XVI El choque. lENTRAS tanto don Tomás adelantaba muypoco en sus amorosas pretensiones. Teresa no salía de casa ni se asomaba alas ventanas de su zaquizamí, de modo queel enamorado caballero no conseguía verla; y sin verla,¿cómo darle a conocer su pasión? Ei otro galán que rondaba la calle, teníale relativa-mente sin cuidado, creyendo que no era Teresa por quieniba. En la misma errónea creencia hallábase el seductor dela joven, y de aquí que hasta entonces no hubieran llega-do a las manos.


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO XVI El choque. lENTRAS tanto don Tomás adelantaba muypoco en sus amorosas pretensiones. Teresa no salía de casa ni se asomaba alas ventanas de su zaquizamí, de modo queel enamorado caballero no conseguía verla; y sin verla,¿cómo darle a conocer su pasión? Ei otro galán que rondaba la calle, teníale relativa-mente sin cuidado, creyendo que no era Teresa por quieniba. En la misma errónea creencia hallábase el seductor dela joven, y de aquí que hasta entonces no hubieran llega-do a las manos. Pero llegarían, seguramente, si se convencían de suerror. Paredes pedía consejo a su hermano, como hombremás experimentado en amorosas aventuras, y don Rodrigodecíale siempre: — Renuncia a tu empeño; es lo mejor que puedo y deboaconsejarte. Más como él no se aviniera a esto, reconmendóle que 528 A. CONTRERAS procurarse llegar por cualquier medio hasta la dama desus pensamientos. —Porque considera—le decía—, que nada adelantascon pasar la noche en claro rondando la calle de tu bellades


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