El doncel de don Enrique, el doliente; historia caballeresca del siglo XV . ón delpage, las dudas que acerca del dueño delanillo habla dejado sin resolver despuésde su inquieto diálogo , todo esto reuni-do y amasado junto de nuevo en su men-te en medio del silencio y de la oscu-ridad de la noche, ie representaba uncuadro fantástico, lleno de objetos inco-herentes, muy semejante en la confusióná esos lienzos que entre nuestros abuelostanto se apreciaban con el nombre demesas revueltas. Pero á proporción queel largo insomnio y el cansancio del diafueron rindiendo sus fuerzas y entor-nando los pá


El doncel de don Enrique, el doliente; historia caballeresca del siglo XV . ón delpage, las dudas que acerca del dueño delanillo habla dejado sin resolver despuésde su inquieto diálogo , todo esto reuni-do y amasado junto de nuevo en su men-te en medio del silencio y de la oscu-ridad de la noche, ie representaba uncuadro fantástico, lleno de objetos inco-herentes, muy semejante en la confusióná esos lienzos que entre nuestros abuelostanto se apreciaban con el nombre demesas revueltas. Pero á proporción queel largo insomnio y el cansancio del diafueron rindiendo sus fuerzas y entor-nando los párpados fatigados de EN ira,todas esas iinrgenes confusas tomaron en5U cerebro contornos informes , y pobla- ron su sueno de escenas parecidas á lasque habían pasado por ella en el día,y de otras que, como comblnnciones nue-vas del choque de aquellas, suelen pro-ducirse por sí solas en la imaginacióncansada de un calenturiento que duer-me , ó de una persona habitualmenteagitada por sensaciones eslraordinarias, yque pasa por una larga y fatigosa CAPITULO VIII. Helo , hrltj por do TÍen«el vengador,cabaileru á la giiieta,en caballo corrcüor. iba á buscar á don Cuadrof el venablo le arrojó. Jlom. del inf. vengador. Y abanzada estaba la noche, y muyen silencio todos los habitantes de Ma-drid y de su fuerte alcázar. No todossin embargo disfrutaban del sueno y deldescanso, como hubiera podido cualquie-ra figurarse. Podemos asegurar que donEnrique de Villena y Ferrus conversa-ban muy animadamente en el laborato-rio del hermético, como arriba dejamosdicho. El enamorado doncel habia trata-do inútilmente de conciliar el sueño, y sehabía entregado, desesperado ya de cense- M (158) guirlo, á lamas profunda meditación, bus-cando en su cabeza un arbitrio por me-dio de! cual pudiese descubrir á la deAlbornoz el peligro inminente que la a—menazaba. Bien conocia qne el aviso ur-gia , pues si anles de haber descubiertoVillena jsu plan lo tenía


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