España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia . aredes, las torrecillas que lo flanquean, losfuertes y salientes estribos que lo aguantan, y el mismo desordené irregularidad de las ventanas, le prestan, de lejos, cierta ilusiónde antigüedad. Siquiera al buscar la entrada del monasterio, elartista algo burlado en sus esperanzas, se detiene, de pronto,ante el antiguo ábside de la iglesia que asoma por fuera de lamoderna envoltura, y le contempla en su esbelta convexidad,flanqueado por otro más pequeño, con el cual formaría antescolateral el cuerpo cuadrado que corresponde al moderno p


España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia . aredes, las torrecillas que lo flanquean, losfuertes y salientes estribos que lo aguantan, y el mismo desordené irregularidad de las ventanas, le prestan, de lejos, cierta ilusiónde antigüedad. Siquiera al buscar la entrada del monasterio, elartista algo burlado en sus esperanzas, se detiene, de pronto,ante el antiguo ábside de la iglesia que asoma por fuera de lamoderna envoltura, y le contempla en su esbelta convexidad,flanqueado por otro más pequeño, con el cual formaría antescolateral el cuerpo cuadrado que corresponde al moderno pan-teón de las religiosas, manifestando que á cada lado de la capillamayor existieron otras dos semicirculares aunque menos profun-das. Embelésase entonces, no sin llorar la muerte del otro, anteaquellos dos ábsides hermanos, agrupados á modo de torreones,de cuyas laboreadas ménsulas cuelgan festones de yerba; sonríecon amistad á la ventana bizantina abierta en el centro de cadauno de ellos como para ostentar lo grueso del muro, y antes de. (3 ARAGÓN 117 despedirse suarda copiados en su cartera por lisonjera memorialos primorosos capiteles de la del ábside ma)or. Una decoración más completa le aguarda después de pasadoel dintel de la puerta á la derecha del primer patio. Corre á lolargo de el la tachada lateral del templo, flanqueada por robus-tos machones en cu)os ángulos juega la luz, adornada con ven-tanas bizantinas, sostenida su cornisa por esculpidas niénsulas deadornos y formas caprichosas. Ábrese á un lado la única puertadel templo, pesada, monótona é imponente; es la Edad-media enlo que tiene de rudo, de adusto, de fuerte, no templado por lodulce del amor, ni por lo elevado de la contemplación. En nues-tros días acusaríamos de poco filósofo al arquitecto, porque nodebía ser aquella la entrada á un templo y á un templo de vír-genes, sino la entrada á un panteón ó cuando más á un capítulode caballeros; pero son tan pocos los ve


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