. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. uimistas que poseenel secreto de filtros maravillosos que esclavizan la voluntadde quien los toma. Una linda joven como tú, de corazónsensible, no puede negar su ayuda a una inocente intrigade amor. Cuando vayas a la corte, e irás muy pronto, puestu hermosura y tu talento te autorizan para salir de tu hu-milde condición de villana, la protección de la poderosadama para quien pido tus servicios, no ha de faltarte; yoen su nombre te la ofrezco; y si aún restan en ti algunosescrúpulos, destruyalos el


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. uimistas que poseenel secreto de filtros maravillosos que esclavizan la voluntadde quien los toma. Una linda joven como tú, de corazónsensible, no puede negar su ayuda a una inocente intrigade amor. Cuando vayas a la corte, e irás muy pronto, puestu hermosura y tu talento te autorizan para salir de tu hu-milde condición de villana, la protección de la poderosadama para quien pido tus servicios, no ha de faltarte; yoen su nombre te la ofrezco; y si aún restan en ti algunosescrúpulos, destruyalos el contenido de este bolso, que yoen premio de tu condescendencia te regalo. Así diciendo, entrególe un bolso de seda, por entrecuyas mayas veíase buena porción de monedas de oro. Margarita sonrió, disipados sus temores por el oro yles ofrecimientos. —¿Juraisme por vuestro honor de caballero—pregun-tó—que no hay engaño en cuanto habeisme dicho? —¡Te lo juro!—respondió el enmascarado. —Id, pues, tranquifo: vuestra voluntad y la de esa mis-teriosa dama será ...y si aún restan en ti algunos escrúpulos, destruyalosel contenido de este Isabel ISABEL LA CATÓLICA 9 —Adviértete que don Alfonso no ha de saber ni sospe-char siquiera de quién viene el obsequio. —Se lo ofreceré como mío. — Fío en tu discreción y en tu ingenio. —Y yo en vuestras promesas. —Con Dios queda, hermosa niña. —Con El vayáis, noble señor. Alejóse el caballero, entró Margarita en la venta ySebastián salió de su escondite, exclamando: —¿Qué es lo que he oído, cielos? ¡Se proponen, sinduda, envenenar al infante don Alfonso!... ¡Yo evitaré talinfamia! « * « Era media noche cuando, según el anuncio del miste-rioso enmascarado, llegó a la venta el infante. Acompañábanle sus fiees partidarios el conde de Albay el marqués de Villena, y seguíanle algunos servidores yreducida escolta de soldados. Margarita y su anciano padre recibi


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