La Mujer . Por supuesto que las mujeres, hijos y muchachón,—y aún sospecha que los canes, —acompañaron en laempinadora empresa al Rengo y al Motoso, por lo quese quedaron todos dormidos como (si es quelas trancas se duermen). Y es de advertir que con la mamuncia aquella no-che se había hecho un despilfarro atroz, prendiendo uncabo de vela que se guardaba para las grandes oca-siones, y que la mujer del ^engo conservaba desde laúltima parició Sebo corrido que daba sus últimas llamaradas cuan-do la docena del fraile, sin exceptuar los canes, ron-caban como niara de chanchos. \


La Mujer . Por supuesto que las mujeres, hijos y muchachón,—y aún sospecha que los canes, —acompañaron en laempinadora empresa al Rengo y al Motoso, por lo quese quedaron todos dormidos como (si es quelas trancas se duermen). Y es de advertir que con la mamuncia aquella no-che se había hecho un despilfarro atroz, prendiendo uncabo de vela que se guardaba para las grandes oca-siones, y que la mujer del ^engo conservaba desde laúltima parició Sebo corrido que daba sus últimas llamaradas cuan-do la docena del fraile, sin exceptuar los canes, ron-caban como niara de chanchos. \ Fuera como fuera, resultó que el muchachón, me-nos encandilado que los demás, despertó con asombroal sentir el chisporroteo y el crujir de la paja y verel humo y las llamaradas del incendio que empezabaá consumir el ranclio, y ahí no más le pegó el grito álos otros, que salieron como dicen que salen las rataspor tirante. Lo primero á que se atina cuando el peligro urgees á salvar el número uno. Después entran las reflexiones y se toman las me-didas, pero el espíritu de conservación es ante todo. Así fué. Cada cual fué á dar por donde el diabloperdió el poncho, hasta que, poco á poco, se dieroncuenta, en pequeño comité, de lo que pasaba. Y era de verlos al Rengo y al Motoso, á sus res-pectivas mujeres y demás habitantes del flagelado ran-cho! Bn vez de acudir á poner remedio, apagando, siera posible, las llamas que consumían el miserable hogar, el Rengo le dirigió á su hermano una mirada te-rrible, diciéndole: —Vos no más has de haber sido el que ha hec


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